Hay dos ciudades cuyas calles aprendo de memoria en cada visita. No hay más paraísos que los perdidos: por eso me conformo con habitarlas poco a poco, con colocar el tiempo donde puedo para ver a todo el mundo, con sentirme yo como en ningún otro sitio soy yo.
Imagen de Sevilla: Vincent Benoit. Café.
En cada una de ellas, el rito siempre es el mismo. Me espera una mujer a la que beso en la boca. Voy a casa y me desnudo. Me desnudo por fin, verdaderamente, toda yo entera. Y hablo y por fin digo, porque yo hablo mucho pero casi nunca digo nada. Bebo vino o ron miel, nos reímos hasta que nos duele el cuerpo, fumamos, escucho durante horas. Camino, observo a la gente, escribo en los bares, espero a que lleguen los amigos. Soy yo como en ningún otro sitio soy yo y me reconozco y al fin me gusta lo que veo. Y recuerdo que no volveré a vivir allí, que nunca podré vivir allí, y me aplastan las calles y el cielo, pero hay dos mujeres que me abrazan. Veo gente con la que no vivo, pero que sabe de mí más que nadie. Pienso en volver pronto y siempre vuelvo tarde, para recuperar los meses, para saber que soy feliz, que puedo compartirlo y compartirme. A pesar de que, siempre, en algún momento de ese paseo solitario que es también un rito, la nostalgia, la añoranza, la tristeza, acaben acompañando mi percepción de esas dos ciudades que se me niegan. Y que apreso como puedo en un fin de semana, siempre muy corto, muy rápido, muy nervioso y sin horas.
5 comentaron:
Yo tengo la suerte de vivir en la ciudad que quiero. Y lo sé porque he pasado mucho tiempo fuera de ella. Aunque añoro Granada, la verdad.
A veces un cambio de escenario viene bien para despertar ciertas cosas en nuestro interior.
A mí me gusta tu ciudad, porque yo no vivo donde quiero vivir. Y me gusta Granada. Y me gustan otras muchas. Al final me consolé pensando que mi patria es el idioma y mi casa, mis amigos. Pero a veces no me engaño con eso. Sé que hay ciertas ciudades, dos ciudades, en las que me gustaría estar más tiempo...
A mi me pasa lo mismo que a ti con Madrid. Mi Madrid, le digo. Viví allí un año. Volver es también un poco saber que aquello se perdió para siempre, por mucho que me empeñe yo en rescatarlo. A veces me pasa que en Madrid me siento un poco espectadora de mi misma, de mi yo de entonces, que creo que quedó allí para siempre. Es raro y un poco triste.
Voy y vengo, sabiendo que con plazo fijo regreso...
Y esa sensación de estar pero no ser ni conocer, de servirme cualquier sitio para vivir, la aprecio...
B x C
Supongo que eso es lo que me pasa a mí en Sevilla, Princesa, que me acuerdo de mi yo de entonces: del yo ávido por entender, por apresarlo todo, por disfrutar.
A mí también me sirve (casi) cualquier sitio para vivir, Viuda. Que no sea una isla. Y que no esté demasiado lejos de Madrid al Suroeste...
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