Pude haber ido a la lectura del texto, pero no se me da bien interrumpir el trabajo de otros, y me dio vergüenza. Me dio vergüenza porque la mayoría de las veces tu profesión se antepone a la persona que eres, a tu nombre y apellidos, y cómo vas a convencer a quien no te conoce de que no vas a utilizar nada, de que estás allí porque has hecho una entrevista que se ha transformado en una conversación de hora y media y te han invitado a quedarte donde pocos más se quedan. Así que dije que no, muchas gracias, pero yo me voy, y sé que cualquiera hubiera ido. Cualquiera menos yo.
Hoy la he visto por tercera vez, regalo de Sonia, en segunda fila, al lado de Darío, Roberto Quintana, descalzo, la botella de coñac, dos vasos de plástico, la cara desencajada, el horror y la búsqueda. Hoy he escuchado el sonido de la arena entre los dedos de Jerjes, Natalia Dicenta, sus jadeos, la voz ronca, los vómitos de asco y miedo. He recogido una fotografía de un soldado, alístate, y una carta, el caballo del palo de bastos, que ha lanzado quién sabe si Robert Duvall o Rafa Castejón.
Hay veces en que uno se implica con un trabajo más de lo normal. Y con Los Persas ha sido así desde marzo. Desde el 14 de marzo, rueda de prensa de 40 minutos y un tipo imaginativo que sabía que no quería situarla en Salamina, pero que, hostias, no lo tenía tan claro.
Después ya sí. La última vez que le entrevisté, me dijo que no sabía por qué se había metido en este berenjenal en el tiempo justo de sus vacaciones y pensé: para que yo pueda verla. Has hecho esta obra para que yo pueda verla. Porque la infancia es un país extranjero, las guerras se hacen contra los niños y una obra de teatro no va a cambiar nada, pero yo, ya, repito diálogos de memoria.
Repito diálogos de memoria y tengo grabados en la retina los ojos empañados y la pesadilla de Roberto Quintana, el temblor de los labios de Natalia Dicenta, la expresión de pasmo de Chus Herrera, lo bien que se lo pasa Javier Gamazo encima del escenario, lo que disfruta y chulea y se ríe y chasquea la boca David Fernández, la cara inocente de Ignacio Ysasi. Me martillea en los oídos la dicción perfecta de Rafa Castejón, la voz de Rafa Castejón, los graves de la voz de Rafa Castejón, y su manera de tocar la sonaja: a ese hombre le sale la testosterona por los poros, hacía tiempo que no tenía tanta conciencia de lo macho que puede ser un tío, de la atracción que un macho puede ejercer sobre la hembra, sobre una hembra consciente del poder que el macho detenta. Y es brutal. Eso es lo atávico: más que la belleza de la destrucción, más que el hecho de que la guerra sea eterna y nunca acabe.
Y sí. Quizá no sea tan buena, quizá tenga tres finales distintos, quizá no se sustente sin las canciones (claro: ni sin la música, ni sin el trabajo de los actores, ni sin la dirección), quizá peque de obvia o quizá sólo sea un compendio de lo que hemos visto mil veces, desde Paths of Glory hasta The Thin Red Line, que todas esas opiniones he oído. Y también he visto a gente levantarse de la silla y abandonar el teatro y he aguantado a una histérica reivindicando a Esquilo. Y, seguramente, y esto es una afirmación rotunda, yo no sea objetiva.
No lo he sido nunca. Es más: ni siquiera soy imparcial. Porque resulta que me enamoré de Calixto Bieito... aunque también me enamoré de Alicia Hermida y Fedra no me rozó. Y resulta que me impliqué con Los Persas antes de verla y resulta que me dio una patada en el estómago y resulta que me di cuenta de que ese tipo que, hostias, no lo tenía tan claro, ha hecho lo que le ha dado la real gana. Y a mí eso me gusta, qué quieren.
La he visto tres veces. Un par de pasadas al texto y podría sustituir a cualquiera de los actores (pero no sé tocar la batería, ni la guitarra, ni el bajo, ni la armónica, ni los teclados ni el violoncello). La he visto tres veces y ni siquiera soy capaz de decir por qué me gusta, por qué me emociona, por qué canto El Novio de la Muerte, War, Goodbye Cruel World, Cry Baby; por qué veo a los Thunder Jets lanzando bombas de racimo y a los perros buscando carne humana y por qué disfruto tanto cuando noto lo bien que se lo pasan los demás encima de un escenario lleno de arena y ceniza.
No podría decirlo y ni siquiera hablo del mensaje, que me da exactamente igual porque de finales felices yo también me creo lo justo. Es sólo que la obra me lanzó una frase. Una de esas frases que se pueden usar para un texto y que al final nunca utilizarás, porque la frase es todo el texto mismo y porque la dice una tía que recibe a un novio que regresa de Afganistán.
A veces creo que estoy follando con un muerto.
Las imágenes son del Festival de Teatro Clásico de Mérida.
Un viaje por el mundo real de Stephen King
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El mundo de Stephen King está en su mente pero se pude tocar. Las novelas
del escritor norteamericano nos trasladan a lugares terroríficos y
fantásticos ...
Hace 5 días
15 comentaron:
Ya tengo una cita inaludible para la primavera del año que viene. La gira traerá al TEATRO ROMEA de Barcelona en marzo del 2008 esta obra y después de leerte no podré dejar escapar la oportunidad de verla.
Declino toda responsabilidad. Que luego todo el mundo me dice: "Es que me la has pintado tan bien..."
No te preocupes por eso. Lo único que podría pasar si no me gustara es que fuera a pedirte explicaciones personalmente xD xD xD
Tú dime las fechas del Romea y voy contigo...
(Y cuando me vea Ignacio Ysasi, pensará que estoy loca irremediablemente).
Ya te avisaré de las reservas con un tiempo prudencial.
Al final me va a dar pena no verla, aunque creo que lo tuyo es una experiencia muy personal, por eso la gente te lo echará en cara (una tontería por otro lado), pero es que como tú lo vives, con todo el trasfondo por lo que lo vives así, no lo podrá hacer nadie más.
Aún así,me gustaría verla.
Pues nada, vente el finde, que es el último que está... Y yo voy el domingo, por cuarta vez. Ahora, eso sí: yo el sábado no puedo ir a verla ni hoy tampoco, que tengo que ir a otras dos...
El 25 de agosto están en Niebla. Creo que voy a ir. Me apetece...
No sé cómo será el teatro de Niebla, pero te aseguro que ver esa escenografía (Alfons Flores for president) en el Teatro Romano de Mérida es impactante. Yo tuve la suerte de verla iluminada, por primera vez (sin iluminar impacta menos) y me quedé clavada en las piedras. Vamos, que sólo pude decir: "¡Hostia!" (Y es una palabra que no digo nunca. O casi).
La última frase, sobrecoge....vamos, que acojona por lo dura..
B x C
He vuelto a cambiar el blog por ti...jeje, bueno, por tu opinión...
Maghenta, se me ocurrió cuando vi la obra (que también es dura). Como un fogonazo, porque se me ocurren frases, pero nunca se me ocurren historias...
Y Najarro, mucho mejor el cambio: al menos ahora resulta fácil leerte...
Negro sobre blanco...ya está. La imagen se pone en el mismo sitio donde modificas el titulo. Najarro...hacia tiempo que no me llamaban así...
Mucho más legible, dónde va a parar...
Ya sé que estás liada, pero actualiza, hija, actualiza
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