Yo tuve un hermano.
No nos vimos nunca,
Pero no importaba.
Julio Cortázar.
No nos vimos nunca,
Pero no importaba.
Julio Cortázar.
Lloro. Escribo mientras lloro y paro de escribir para llorar y sorbo y salen todas las lágrimas que he tenido que reprimir esta mañana, en la que la vida sigue, y he entrevistado a Carlos Giménez, y me he ido a comer, y no le he mandado un correo a nadie, salvo a Vértigo, para compartir la pena.
Ese hombre que está ahí se llamó Jorge Camboni. Primero fue un nick: Tragamuvis. Un tipo uruguayo, que vivía en Dallas, irónico, ácido, de verborrea implacable y versos prestos, que me mandó como regalo con todo el pudor del mundo, una vez. Con una foto suya y de su perro. Le conocimos, todos los que le queríamos (mucho) a este lado del charco, por Internet, hablando de películas y de arte y de libros y de mujeres hermosas y de países y de política. Yo le oí la voz. Me mandó dos mensajes grabados, que comenzaban igual: “Hola, Olguiiiita”, con su acento dulce, que nunca escuché en una charla porque me lo propuso, un día, te llamo y echamos un rato, pero tenía que ser a un fijo, mi madre estaba en el salón porque en casa no hay inalámbrico y me dio vergüenza, porque soy así de gilipollas, y le dije que no.
Eso no me vuelve a pasar.
Internet tiene estas cosas. Que un día conoces a un tipo muy culto, muy inteligente, con el que primero te intercambias mensajes privados por un foro y luego por correo y después, porque las relaciones se tejen de manera rara, te enteras de que tiene cáncer y que se ha tenido que ir de Estados Unidos porque allí no le atienden si no hay dinero para el seguro y la mujer que ama, que se llama Yolanda y de la que te sabes la vida, no tiene tampoco plata para irle a ver a México. Y os organizáis y hacéis una colecta y yo me encargo, a mi estilo, de decirle: “niño, que te vamos a mandar un giro, que a ti cómo se te da esto de aceptar dinero ajeno”. Y luego te cuenta, que se ha quedado en estado de shock, que le ha dado algo a sus hijos, que también lo estaban pasando mal, y que se fueron a comer y bueno. Que fíjate con qué poco se puede hacer feliz a alguien.
No llegó a la Navidad y yo me he enterado hoy. De su enfermedad no hablaba mucho: que seguía noctámbulo y que comía poco, pero que estaba bien. Enviaba correos con noticias. Los dos últimos no se los respondí porque eran muy largos y yo no tenía los conocimientos suficientes para debatir con él de la situación política mexicana o de la de Honduras. Le conté que me iba a Canadá con Ciruja, me dijo: “Ciruja es un suertudo” y yo me encuentro pensando ahora en las percepciones tan distintas que pueden tener los demás sobre nosotros mismos: “ya que vais a coger un avión, pasaos por México”, me dijo. Me lo dijo varias veces: y cómo nos vamos a pasar por México, si vamos a la otra punta… Y, sin embargo, lo pensé, alguna vez: en cómo sería un encuentro, una comida, un café largo, una charla, con ese tipo culto de voz dulce.
Ya no será. Vivir es un poco raro. Haces planes que no se cumplen. No respondes un correo porque no tienes tiempo de debatir. No hablas por teléfono porque te da vergüenza. Y dos minutos después de enterarte de la noticia, de la noticia más horrible del mundo, que es la muerte de alguien a quien quieres, te centras en que tienes que hacer una entrevista porque has quedado con Carlos Giménez a las doce y se te vuelven a saltar las lágrimas y escribes un mensaje apresurado en los dos foros de cine en los que se te conoce, pero en los que ya no estás: “Yo he perdido a un amigo”. Y te vas a comer y vuelves a trabajar y haces un programa de radio de una hora y después, cuando te vas a casa, le mandas un mensaje a tu hermano para decirle “Nacho, se ha muerto Tragamuvis” y te echas a llorar en medio de la calle porque se ha ido un hombre bueno al que al que tú le gustabas mucho.
Yo tuve un amigo. No nos vimos nunca, pero no importaba.
Tango para un uruguayo que se fue
Gracias
Tragamuvis, Jorge, Geo
14 comentaron:
Bonito y emocionado homenaje.
Un beso.
Cuánto tiempo que no te veía por aquí, acg. Muchos besos.
Pues lo siento. Y sí, internet ofrece en ocasiones estas aventuras que superan con creces a la realidad pero sólo el que las vive puede luego contarlas a los demás con el cariño que tú lo acabas de hacer.
Un abrazo fuerte.
Yo podía haber escrito esto mismo que tú has escrito, a mi manera.
A mí siempre me decía "Ay, Reginita, mi amor no correspondido..." Voy a echarle muchísimo de menos porque, aunque yo tampoco tenía conocimientos para debatir con él los artículos que mandaba, los leía. Era amabale, simpático, muy muy cariñoso, comprensivo hasta el tuétano.
Y sí, yo ayer acabé, después de aguantar mucho, llorando como una boba en el baño porque no quedaba otra solución. Recordaba tantas cosas de él desde aquel primer privado que me envió en 2004 para decirme cómo reinstalar correctamente un Windows (lo tengo impreso y guardado)...
Cuando estuve en NY quiso que habláramos por teléfono, pero ya sabes cómo soy yo con esos cacharros; se lo dije y lo entendió, aunque siguió insistiendo por si yo picaba.
Qué gran hombre. Creo que todos conocíamos el final, pero se hace tan duro. Siepre me acordaré de él, aunque no lo conociera en persona.
Alelo, al final ocurre que da lo mismo, si lo has visto, si no lo has visto... El amor está.
Random, todos conocemos el final siempre: nos vamos a morir. El problema es que, mientras tanto, nos permitimos el lujo de no responder un correo, o de no hablar por teléfono porque nos da vergüenza: eso no me va a volver a pasar, de hecho hoy mismo llamo a Vértigo, con el que nunca he hablado. No me va a volver a pasar que alguien a quien quiero y admiro se muera sin haber hablado con él aunque sólo sea una vez.
Estoy pensando que nos tiraba los trastos a todas, el buen Traga... Como tiene que ser, genio y figura. Y bueno, dejo, que otra vez estoy que lloro...
Querida Olga: Déjame compartir la pena contigo. es obvio que yo no lo conocía pero a ti sí, y por eso quiero enviarte este abrazo (poco consuleo, lo sé, pero no se me ocurre otro).
Yo también he conocido gente maravillosa a través de la red a la que ya siento mucho más cercana que a otros con lo que me cruzo con la calle todos los días.
Un beso grande.
Elías
Claro que puedes compartir la pena. Y los abrazos sientan tan bien...
Si, era una muerte anunciada. Yo llevo pre-sintiéndola desde antes de Navidades, y por eso preguntaba a todos que si sabían algo de él. Pero es igual, al confirmarse me ha entrado el mismo vacío que si nunca la hubiera imaginado.
Me sonrío con lo de los tejos, porque es cierto que siempre tenía su puntito.
Un beso.
Después de leerlo en el blog de Tupp, lo leo aquí y sigue sin ser digerible. No por menos esperada la noticia, se hace más llevadera.
Pensaba que lo sabías, por el grupo de Google, FLaC. Lo siento. La verdad es que me enteré por ahí yo y no escribí a nadie, salvo a Vértigo...
Tupp, te abrazo fuerte, también. Yo también ando con la pena puesta.
Ánimo para todos los que compartistéis su amistad y mi pésame también.
Un besazo.
Muchas gracias, Arwen.
Hace poco escribiste: uno puede ver a una persona treinta minutos y será un amigo... Y a veces ocurre que ni siquiera llegas a verle...
Lamento imenso. Beijos.
A veces pasa, sí, mucho beijos.
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