-Eres la persona más excitante con la que he hablado nunca.
Ni siquiera fue ése el principio. Lo había sido mucho antes, cuando deshacía la cama por una sola y poderosa razón; cuando comenzó a jugar a un juego del que ella ya lo sabía todo, aunque no fuera muy consciente del momento exacto en que había comenzado la partida -siempre estabas muy ocupada; quiero saberlo todo de ti: qué te gusta, qué libros lees, quiénes son tus amigos-. Nunca pensó en nada más, porque siempre había otros (incluso uno que no servía ni para follar ni para llevárselo al teatro ni para ir de viaje, pero que estaba muy perdido en una vida que no quería y de la que no podía salir), porque no existía ningún futuro posible, porque por una vez le daba igual que el futuro no existiera y porque él también disponía de otro cuerpo: un cuerpo soso, un cuerpo que no se dejaba explorar demasiado, un cerebro dentro de un cuerpo que no le atraía lo más mínimo pero con el que había firmado un papel porque se había cansado de estar a salto de mata y fue ella quien le besó primero y quien no permitió que él dejara de besarla más tarde.
Hay personas a las que ni su vida, ni su carácter, ni sus circunstancias, les permiten tomar otras decisiones: se lo dijo una amiga muy sabia antes de que él hubiera aparecido siquiera, hablando de su propia e inolvidable historia, y ella no lo entendió del todo hasta que no le conoció a él y, de pronto, juzgar un comportamiento ajeno dejó de ser tan fácil y la palabra cobarde ya no definía nada. Al final ocurre eso cuando eres capaz de conocer a alguien, cuando te conoces a ti mismo, cuando no te aventuras a pensar qué harías tú de estar en su lugar porque nunca sabes qué respuesta darte, porque en todos hay miedo y necesidad de no estar solos y cierta capacidad de sacrificio y mil y una debilidades -querer levantarte con alguien una mañana, planear unas vacaciones, no tener que preocuparte de con quién irás al cine o a cenar, el íntimo regocijo de echar de menos una vida de soltero que había dejado de gustarte hace tiempo, aferrarte al espejismo de concederte que eres feliz a ratos-.
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No se puede proteger a nadie. Eso lo descubrió mucho después, cuando ya se había dado cuenta de que deseaba tenerlo dentro de ella, todo su cuerpo dentro de su cuerpo, esconderlo de todos, volverlo invisible, construir una isla. No se puede proteger a nadie, pero lo intentó de la mejor manera que sabía: escuchar, preguntar, meter a otra persona en su cama, con ellos, después de un polvo fantástico -te follaré como no te han follado nunca, ni te volverán a follar-, porque ella también quería salvarlo todo y quería salvarle, aunque salvarle fuera imposible.
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Él lo había sabido antes que ella, que no era muy consciente de su poder, porque siempre le había parecido que las demás serían mejores y que lo que ella pensaba, o decía, se encontraba dentro de los más estrictos márgenes de la normalidad, esa media eterna, ni suficiente ni sobresaliente, con la que pretendía juzgarse a diario. Él lo había sabido antes que ella, pero a ella no le asombró oírselo:
-Eres la caña.
-¿Por qué?
-Porque eres el justo punto medio entre la carnalidad y la intelectualidad.
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Él usaba palabras de otros, a veces, para explicarse y explicarles: Borges, Apollinaire, Blake, Kennedy Toole. Todos los hombres importantes de su vida le han regalado textos. Todos han tenido una biblioteca en casa y esa complejidad acojonante que hace siempre querer apresar en los libros algo de su propia vida, de las vidas que no vivieron ni van a vivir ya nunca y remitirse a la ayuda de otros: otros que vivieron en otra ciudad de otro continente acaso y que hablaban un idioma extraño, pero que sabían que las verdades son siempre las mismas.
Una isla se puede construir con un cuerpo y otro cuerpo, pero al final siempre habrá un náufrago porque hay puertos que no existen y hay barcos que no llegan a ninguna parte.
11 comentaron:
¿Existe esa clase de amor que consiste sólo en hacer eso mismo: escuchar, preguntar, respetar el ritmo íntimo de otra persona, no pedir lo que no quieres aunque se espere que lo quieras y que lo pidas?
Sí, claro que existe
Me has dejado con la boca abierta, que lo sepas. Emocionada y con la boca abierta.
Esta ternura abrumadora que se respira en cada letra, es tremendo.
Me vuelvo a leerte otra vez.
Gracias.
Joder, demasiado en cualquier momento, pero más ahora, con esta semana sin descanso que llevo. Joder. Intenso. Perfecto.
De mayor quiero escribir como tú.
Te informo: hay lecturas que se deben de hacer en papel y esta es una de ellas, precioso, gracias por este relato. Lo guardare para que lo lean mis nietos y poder presumir. Marilo
Para escribir así, hay que dominar la herramienta: conocer el idioma, saber contar historias...
Y antes, hay que saber vivir y saber sentir esas historias.
Sin eso, es imposible.
Y una cosa. Tal vez él supo antes que ella era la caña, y percibió ese justo punto medio entre la carnalidad y la intelectualidad. Pero, desde luego, no sospechó en ningún momento que ella tuviera tan buena memoria.
;)
No te he leído todavía, pero ¡¿qué hace aquí la isla de la Coelleira?!
Mira: http://unhombresentadoenunasilla.blogspot.com/2007/08/vuelta-vicedo.html
Gracias. Es impresionante poder iniciar el día leyendo un texto como este. Reitero...gracias por escribir como escribes ¡¡¡¡¡que envidia!!!!!!!!
Hola, Viajes.
Me ha gustado.
Lo del sexo me da un poco igual, creo; o al menos me parece secundario. Lo que me gusta más es la referencia a la falta de expectativas en la relación (algo que en ciertos momentos de la vida era sinónimo de desilusión, se convierte en un atractivo añadido), a la imposibilidad de proteger a nadie, a la imposibilidad de juzgar a nadie, y al miedo a reconocernos que queremos: todo eso me parece acertadísimo, Viajes; y me parece increíble hasta qué punto nuestras preocupaciones (las tuyas y las mías) parecen, ahora mismo, coincidir.
Besos.
Puntos de vista, sí que existe. Sí que existe...
Glauka, muchas gracias, cariño...
Arwen, si es que no se puede salir tanto... :P
Mariló, muchas gracias. Espero que tus nietos sean casi mayores de edad cuando lo lean :)
Anónimo, me quedo con la intriga de saber quién eres... Quizá él sí sepa que ella tiene buena memoria.
Porto, es una isla y es gallega y voy a Galicia siempre que puedo. Siempre que tengo ganas de aguantar las once horas de autobús, claro.
Ricardo, muchas gracias...
Porto, (y 2). Lo del sexo no es tan secundario, pero obviamente, tiene mucho más peso lo otro: la imposibilidad de proteger y de juzgar, el miedo a admitir que queremos a alguien cuando no deberíamos quererle... Pero... ¿parecen coincidir o coinciden? Besos.
Ah, quién sabe. Parecer, lo parecen, y seguramente lo harán, aunque no sepamos por qué motivos hemos llegado los dos a estar dándole vueltas a las mismas cosas a estas alturas de nuestras vidas.
(Yo he ido a la Coelleira en lancha, ¿sabes?)
Un beso.
Pues porque al final, Porto, todos somos sota, caballo y rey...
Me gustan tus viajes en lancha...
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