Madrid me mata y me destroza los pies: el Prado es mareante: demasiada gente, pero relativo silencio: en comparación, el Thyssen parece una tasca. No compro ningún catálogo: pesan demasiado. Nerea ha tenido que dejarme dos maletas y no sé cómo voy a acarrear las cosas. Veo los dibujos de Durero y las pinturas de Cranach, el Viejo y el Joven, y algunos otros cuadros de pintores alemanes que me hacen sonreír porque ahora sé de dónde saca la Viuda algunas de sus imágenes contundentes. Ayer fue el turno de Velázquez, la piel de gallina de nuevo cuando veo al Cristo, como me pasó a los 17, y todos agolpados ahora, otra excursión de instituto, delante del Jardín de las Delicias de Hyeronimus Bosch. Después -después de Velázquez, después de los maestros del XIX, después de los Grecos del Prado- paso por delante de Tiziano y Tintoretto, muy rápido porque estoy harta de cuadros y porque el Prado necesita de las horas más despejadas del día, de muchos días, para no saturarte. Pero busco a Van der Weyden, por supuesto, para detenerme un rato ante esas telas de relieve y estudio la composición de algunos lienzos, la regla de los tercios, las líneas de fuga, el uso de la luz. En los dibujos de Durero eso es imposible: son de decorado de película fantástica, mil detalles, aquí un perro, allí un cántaro, allí una hierba, un río desdibujado, una montaña...
Fotos y cuadros y esculturas. Luis Ramón Marín, 1908-1940, Ramón Gómez de la Serna en un circo y Josephine Baker, un cuerpazo, en su camerino, y los desayunos de Alfonso XIII. Como en El Vesubio, de nuevo. Lo complicado que resulta encontrar un sitio donde permitan fumar en Madrid. Debería haber bares con sillones para echar una siesta, sobre todo cuando llueve.
Como sola, una lasaña. Al lado hay un grupo de chicos que hablan de cine: de Spielberg, de Tarkovsky. Uno lleva la voz cantante, cigarro tras cigarro, muy guapo, muy apasionado; dos no abren la boca en el tiempo que dura la comida y él se va, me sonríe, le dice a sus amigos que vean Beau Geste y desaparece. Me quedo sola con un grupo de chicas enfrente, pero su conversación es mucho menos interesante: creo que trabajan en una revista o en un medio de comunicación, porque una dice que ha hecho una entrevista y otra habla del departamento de diseño gráfico. Dentro de tres horas he quedado con Nerea y, aunque el ensayo de viajar sola no ha sido tal, porque he estado acompañada la mayor parte del tiempo, creo que tendré que empezar por países hispanoparlantes para no perderme -Begoña se ha quedado enamorada de Argentina y quiere volver más pronto que tarde- y que el agua caliente con sal va a ser la mejor compañera de mis pies.
Primera pintura: Retrato de una dama, de Hans Baldung Grien.
Segunda pintura: El Descendimiento, de Roger van der Weyden.
6 comentaron:
No me digas que países de hispanohablantes, que te quería llevar a londres....
Gracias por limpiar las pistas. Lo que no sé qué le parecerá a mi partenaire lo de su etiqueta. Ya sabes lo sensible que es a los blog.
Encantadora velada la de anoche. Tienes unas amistades muy majas. Me lo pasé muy bien.
Un beso desde mi pueblo.
Bueno, si me preparas una ruta dickensiana, Arwen, sí que voy...
Yo también me lo pasé bien, Nutshell. Bueno, la verdad es que siempre me lo paso bien contigo. Me gusta mucho oírte hablar (y leerte).
Madrid... Bonita ciudad, y bonitos recuerdos... Quizás algún día yo también escriba sobre ella, desde una perspectiva quizás menos artística, pero igual de apasionada...
Yo durante un tiempo pensé en irme sola (por falta de compañía) a la India... Me sigue atrayendo la idea, pero no sé por qué, últimamente me apetecen también mucho más países de habla hispana... Sin apenas nada organizado, ir, llegar y vivir!!!
Pero para eso no sé si hay narices de hacerlo sola...!!! Ojalá tú las tengas (las narices, o las compañías...) ;-)
Me ha pasado tu blog una amiga. Muy interesante me lo apunto a mi Bloglines. Aprovecho para dejarte otro descendimiento maravilloso que está por tierras flamencas.
Te leo...
Adela, me he pasado temporadas yendo a Madrid sin pisar un museo ni una sala de exposiciones, salvo la de la Fundación Mapfre para ver con una amiga una de cartelistas (maravillosa). Mis visitas a Madrid se han reducido, casi siempre, a un turismo callejero y de bar. Ésta es la primera vez que me tomo tan en serio verla "como turista": aterrizando en ella con un plan medianamente definido...
Esteban, muchas gracias, pero ahora me dejas con la curiosidad de saber quién es tu amiga...
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