Vuelvo a escribir en una estación a la espera de que salga el autobús. Repaso mentalmente: coger ibuprofeno, cortauñas, máquina de afeitar, alguna medicina, todos los papeles, el pasaporte, el dinero, fregar la casa, planchar la ropa, poner dos o tres lavadoras, bajar la maleta, ordenar la mochila de la cámara. Ya llegan los nervios y eso que todavía me quedan por redactar los últimos flecos del viaje. En Madrid quedaré con Nerea y con Begoña, volveré a tomar vinos, Nerea me acompañará al aeropuerto, nos daremos mil abrazos y me contará cómo ha ido siguiendo las huellas de los Durrell por Corfú. Le debo la lectura de unos cuantos libros.
Sabré, también, cómo está Manhattan.
Volveremos a brindar por estar vivas.
Hasta entonces, me queda la visita de mis dos hermanos y de dos cuñadas que son mis amigas, un ensayo y un estreno, despedir al Festival hasta el año que viene con el deseo de que sea muchísimo mejor y volver a convencer a un director general de que la cultura da prestigio, no dinero.
Cinco días que, lo sé, van a guardar minutos que parecerán horas.
22 de agosto de 2010.
La imagen está sacada de la web Zarzablog.
3 comentaron:
Qué bien, empieza lo bueno.
¿Y cómo está? Manhattan, digo.
Cable, lo iré colgando cuando pueda. Se me ha estropeado el ordenador. Le ha entrado un virus. Aquí lo tengo en la enfermería, a ver si me lo pueden curar.
Tupp, lo de "sabré cómo está Manhattan", era porque Begoña había estado allí hacía bien poco. Básicamente, lo que me dijo fue: Llévate una rebeca, que ponen el aire acondicionado a 17 grados. Pero yo la vi muy guapa.
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