Odio las entrevistas. El periodista cultural se mueve en un terreno pantanoso. No sabe nunca todo lo que debería saber y siempre habla con personas mucho más cultas: filósofos, historiadores, literatos. Fuera la tercera persona: YO hablo siempre con gente mucho más sabia… de la que, generalmente, no he leído nada más que unas cuantas palabras, muchas más entrevistas (si se da el caso: hay personas que no se prodigan en los medios de comunicación y resulta muy complicado encontrar alguna en la que intentar aprehender quién es ese señor que va a estar contigo dentro de seis horas. Lo único que queda es sudar e intentar parecer inteligente). Y, además, está la propia percepción del periodista (éste sí, en tercera persona: quien le ha entrevistado antes que tú). Así que me encuentro con sorpresas: “es de pocas palabras”, dicen de alguien que no para de hablar. También están los que psicoanalizan todos y cada uno de los personajes de los libros del autor, para que éste les note que los ha leído, y transforman el diálogo en un “a ver quién sabe más”. Y los temas de siempre: las influencias, las críticas literarias, el mercado editorial, por qué se escribe (algún día alguien me responderá la única verdad posible: “Y yo qué sé, señorita”) y todos los lugares comunes de los que se tira cuando no se sabe qué decir porque no hay un café delante ni una cara ni unos ojos. El micrófono tiene magia, dicen: un bar tiene magia, señores. El micrófono es un obstáculo.
Preparar una entrevista es mucho esfuerzo, durante todo el proceso: buscar la documentación, leer poemas a contrarreloj, tirar de fuentes secundarias y terciarias (gracias, blogs literarios), intentar que se me ocurra alguna reflexión medianamente coherente; ese miedo eterno, mientras escribo, al hecho de que mi interlocutor, sin duda, me va a notar todas las lagunas (que son ríos, mares, planetas enteros llenos de agua) el cigarro de antes, el cigarro de después, la ansiedad eterna, la inseguridad, el pavor ante los grandes nombres (y ya van muchos), la certeza de que, mientras estoy escuchando, tengo que pensar en algo que decir después, justo después, porque a la radio no le gustan los silencios y así, sin silencio, no hay quien piense… Luego las escucho y las disfruto, pero es después, días después, cuando aprendo y saco, para mí, lo que debí descubrir si tuviera más rapidez mental en el justo momento en el que me hablaban.
Ya lo sé: que nadie puede haberlo leído todo, que nadie puede haber escuchado toda la música del mundo, ni saber la historia de todos los países. Pero eso no me pasa sólo con lo que desconozco: si tuviera delante a Dickens tampoco sabría qué preguntarle. Hago dos entrevistas al día, a veces tres, debo de llevar más de cien a mis espaldas, supongo que podría escribir tres libros con todas ellas, bien voluminosos y, sin embargo, siempre tengo la sensación de que este miedo escénico no se me va a ir nunca.
A no ser que lo escriba, como ahora, que lo estoy aventando, para estar lista cuando regrese mañana.
Un viaje por el mundo real de Stephen King
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El mundo de Stephen King está en su mente pero se pude tocar. Las novelas
del escritor norteamericano nos trasladan a lugares terroríficos y
fantásticos ...
Hace 5 días
7 comentaron:
Un punto positivo para los de tu oficio. La preocupación por hacerlo bien y el esfuerzo por conseguirlo cada día definen al buen profesional.
Conseguirlo a veces y a veces no, define al ser humano.
Oí una de tus entrevistas y me gustó mucho cómo lo haces. Debe ser un género muy difícil, sí. Como lectora, hay entrevistadores a los que no soporto. Y entrevistados, claro.
:)
Pues me gusta cuando las personas se autoanalizan para seguir haciendo las cosas bien, que no es lo mismo que luego salgan bien, pero eso habla del profesionalismo que tienes.
Y aunque sea molesto el miedo escénico no te abandonará porque es parte implícita de un ser responsable.
Un beso.
Espero algo que ese miedo se te haga más llevadero, por tu propio bien, pero que no se te vaya nunca, porque es fruto de la responsabilidad.
Es cierto que hay cada entrevistador repelente por ahí... No escuchan al entrevistado, pretenden demostrar lo que saben y ya está. Y de los que se dedican a hacer la pelota descaradamente ya ni te cuento...
Lo dicho, corazón: espero que aprendas a vivir con ello, pero que no lo pierdas.
Un beso.
¡¡Qué trabajo más boniiittttooooo!! ¡Claro que no puede ser para cualquiera! ;)
¿Quién es el monstruo que entrevistas mañana?
Ah no, hoy... (pues me hubiera gustado escucharte).
Bs
Eso sólo demuestra lo importante que es para tí realizar bien tu trabajo, y el miedo escénico...creo que todos los artistas lo tenéis.
Un besazo fuerte y perdón por las ausencias.
¡Quién encontrara un trabajo como el tuyo!
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