Yo estaba rumiando un texto, por sus 34. De esos 34 llevamos juntas diez, mes arriba, mes abajo. Le debo haber creado un blog, como una excusa, y mucha parte de mi cordura, la mejor parte de esa cordura que intento conservar sin conseguirlo muchas veces. No te echo de menos salvo cuando estoy contigo. Ya se lo dije una vez y lo mantengo. Ahora está aquí y ya he dejado de temer que se vaya. Ayer nos reímos de unos ojos que lloran por un pueblo perdido entre curvas interminables y yo seguía pensando en cómo volver a decirle lo que la quiero y lo que me importa. Pero me he encontrado con esto y Chesku me ha dejado sin palabras...
Se llama Luz y música y lo copio aquí porque no quiero perderlo. No vaya a ser que algún día, por cansancio, decida abandonar el blog y cerrarlo y eliminarlo...
Aquella tarde de enero era imposible controlar los nervios. Era, una vez más, una cuestión de vida o muerte. La casa era preciosa y al entrar un fuerte olor a tabaco daba la bienvenida; todo estaba perfectamente colocado y los carteles del evento aparecían por cada rincón. Subí las escaleras y entré en la mesa redonda, donde me esperaban mis futuros compañeros. Entre ellos, una mirada verde escrutaba mis movimientos y me escuchaba atentamente, meneando la cabeza en tono afirmativo y de lado. Las preguntas que me formulaba su voz salían de sus labios con delicadeza, pero buscando en mí las respuestas adecuadas al enorme proyecto que se traían entre manos.
Diez minutos después de salir de la casa recibí la llamada que me abrió sus puertas, y meses después, celebrando la inauguración de la exposición de Xirgu en un pub cutre de Huertas, alguien nos preguntó si eramos hermanos. Tanto ella como yo dijimos que sí. Y ese fue el principio del cariño, de la complicidad, del esfuerzo por hacer sonreír al otro, de las penas compartidas, de las cervezas compartidas, del parentesco inventado, de la admiración mutua.
Le gusta cantar alto porque lleva la música en cada vena de su diminuto cuerpo; gritar con todas sus fuerzas a todo un peristilo y parte trasera de una escena legendaria a las seis de la mañana; adora sus dos islas, donde siempre es primavera; tiene prisa por recorrer el mundo entero, porque sabe que en el fondo no le dará tiempo comerse con los ojos cada paisaje; lleva la humildad y la serenidad hasta su perfección más absoluta; abraza con todas sus ganas; llora en silencio sus tristezas, y a sus "veinticatorce", sigue explorando y explorándose, se analiza, se estudia y se asimila; no se conforma con haber vivido, también quiere seguir viviendo para lograr un pedazo de este mundo y moldearlo como una escultura, dándole la forma y textura que a ella se le antoje o bien para pintarlo al óleo y resucitar en un cuadro perfecto todas sus luces y sombras.
Y yo cada día que paso con ella aprendo algo nuevo como hermano pequeño que soy, y con la luz que emana de esa mirada verde consigue contagiarme de su alegría, de su escucha, de sus ganas por cambiar lo injusto o lo aburrido, de esas pequeñas felicidades que a veces pasan por el lado de uno, sin darse siquiera cuenta. Ella sabe encontrar esas pequeñas cosas, y va y te las regala sin pensarlo para que las disfrutes al máximo, como hace ella.
Decía Galeano en un relato fantástico que las personas somos como fueguitos. A ella debo agradecerle que siga llenado mi aire de chispas.
Felicidades hermanita.
4 comentaron:
preciosos, ambos.
Cansarme yo de mi blog? Eso sería como cansarme de respirar y ahogarme. Olguita no me robas nada, Sonia debería ser patrimonio de la humanidad ¡Jaja!
Siempre has sabido felicitar. Felicidades para ella desde aquí también.
Gracias, chicos.
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