Y ahora estoy aquí, escribiendo para calmarme, sorbiéndome los mocos, mirando los aviones, porque uno de ellos me llevará a Washington y otro me llevará a Madrid y el tren me llevará a Mérida y llegaré a casa y encenderé el ordenador y archivaré las fotos y me reiré mucho viéndolas.
Y bueno.
Mi viaje a Nueva York tiene muchos nombres.
Pero el suyo es el más importante de todos.
El viaje es más corto de lo que esperaba, a cuenta de la melatonina, que me sume en un sopor maravilloso durante ocho horas. El avión que sale de Washington se retrasa. Llego justita para coger el enlace a Madrid. Sigo acordándome del viaje en coche:
-Por favor, ¡miente! ¡Di que has ido al MoMA!
Ayer me lo preguntó:
-¿Se puede saber qué has hecho en 18 días?
-He sido feliz. ¿Te vale?
Hay una canción que me ha acompañado durante todo el viaje. Tan joven y tan viejo, de Joaquín Sabina. Se me metió un día en la cabeza y ya no pude dejar de cantarla por las calles de Nueva York. Se lo cuento a Robert y me contesta:
-¿Sabes que jugué al ajedrez con Javier Krahe? Me ganó.
Tenía comprado un billete de tren. Sale a las cuatro de la tarde. He llegado a las siete de la mañana, con una maleta que pesa un quintal y de la que no me han cobrado sobrepeso porque le he dicho a la mujer que llevaba libros. Así que cojo un taxi, le pido que me lleve a la Estación Sur y tengo suerte, porque el próximo exprés sale a las diez de la mañana. Llegaré pronto, encenderé el ordenador, desharé la maleta, pondré lavadoras, comenzaré a contar mi experiencia y volverá la vida que tenía.
18 de septiembre.
Primero de mayo
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Se cumplen 138 años de una huelga en Chicago que reivindicaba la jornada
laboral de ocho horas. Hoy mucha gente no sabe por qué la fecha de hoy es
una...
Hace 23 horas
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