El comienzo del viaje no ha podido ser más divertido. Mi teléfono no funciona. No encuentra ninguna red, así que no puedo llamar a casa... Ni llamar a Robert. Y nadie puede llamarme a mí. No me molesta en absoluto estar incomunicada... salvo ahora. Tampoco tengo cambio. Pienso qué voy a hacer fumándome un par de cigarritos. Me voy al Starbucks del aeropuerto, pido el café más barato que tienen para que me den muchas monedas y me voy a una cabina... para gastármelo todo sin resultado alguno.
Antes de eso he pasado por inmigración. Allí te miran el pasaporte, te preguntan dónde te quedas ("en casa del novio de una amiga", miento) y el policía, muy simpático, intenta chapurrearme en español. No ha sido tan terrible, no he visto el cuartito y he contado que soy periodista y que estoy aquí de vacaciones. Tampoco me han abierto la maleta. Tres minutos de trámite y luego, una lenta agonía telefónica -con una tipa hablando en inglés cosas que yo no entiendo (supongo que debe de ser el contestador automático de Robert)- que yo hago pasar encendiéndome un cigarro tranquilamente y buscando un taxi.
Mi taxista se llama Louis y es de Haití. El trayecto va a costarme 47 dólares de Newark a Jersey City. Cuando me pregunta si le puedo indicar, le digo que my phone is broken and I'm looking for a friend. Me da su teléfono, llamo a Robert, que está ya en el aeropuerto y, durante el trayecto, se pondrán de acuerdo dos veces más para quedar. Es el viaje en taxi más divertido de mi vida, nos reímos muchísimo, acabo enseñándole unas cuantas palabras en español y le doy 33 dólares de propina.
Robert sonríe mucho después:
-Con eso ya se puede jubilar.
29 de agosto.
2 comentaron:
Sí señora, así se hace.
¡33 dólares de propina!
Rumbo y poderío.
Estoy por hacerme de Haití y taxista, y coger sólo clientas como tú.
Un beso.
Elías
Jeje. Hemos tenido un cachondeo con eso... "Tu taxista debe de haber vuelto ya de las Bahamas"...
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