martes, 2 de mayo de 2006

"Paisaje invisible de calle conocida"

"Nadie, supongo, admite verdaderamente la existencia real de otra persona. Puede conceder que esa persona esté viva, que sienta y piense como él; pero habrá siempre un elemento anónimo de diferencia, una desventaja materializada. (....) Los demás no son para nosotros más que paisaje y, casi siempre, paisaje invisible de calle conocida".
Fernando Pessoa. Libro del desasosiego.

Es algo extraño, y digno de admiración, decía Dickens (y cito de memoria), que cualquier persona, desde el monarca hasta el esclavo, esté constituido de tal modo que siempre haya de ser un misterio y un secreto para todos sus semejantes. Quizá por eso escribimos: no como una manera de apresar a los demás, sino a nosotros mismos. Camino con gente vieja. Vuelvo la vista y ahí están: veo fotos antiguas, de cuando éramos diez o doce años, quince, más jóvenes (de cuando el mundo se podía apresar entre las palmas de las manos). Y me asombra que sigan. Y me asombra esa extrañeza. Ese misterio de lo cotidiano. Esa necesidad de poner todos los misterios en común. De mostrar lo que eres, lo que querrías, lo que vales, lo que sueñas, los deseos, las anécdotas. Son calle conocida. Puede que invisible, pero transitable.

2 comentaron:

Anónimo dijo...

Siguiendo con Pessoa, decía algo así como que "entre la vida y yo hay un cristal tenue. Por más claramente que vea y comprenda la vida, no puedo tocarla". Yo creo que el problema radica en la comprensión de la vida, de la persona, del ser, de la esencia... no se puede tocar aquello que se desconoce y es ese desconocimiento el que hace grande el misterio de la vida.
Las personas somos diferentes, no sólo físicamente sino interiormente. Por eso cuesta conocer pero más aún conocernos. Es muy difícil ser juez y parte, y cuando se trata de mirarnos a través del cristal de la vida, más.
Sólo nos queda una cosa; aprender a vivir con nosotros mismos como animal de compañía.

Anónimo dijo...

¿Se llega a aprender a eso?