lunes, 5 de agosto de 2013

Jamie Cullum


Siempre he querido ver a este señor. Siempre he querido ver a este señor y a Tom Waits. Y a nadie más. Bueno, sí. Una reunión del rat pack en sus mejores tiempos o a Billie Holiday envuelta en una boa de marabú con la voz llorando mientras me tomo una copa de bourbon (no sé por qué me lo imagino así: yo nunca he bebido bourbon).

Siempre he querido ver a este señor y Málaga es el hogar de dos amigos. Ese fin de semana -Jamie Cullum tocaba en Marbella el 27 de julio- me di cuenta de que todos, absolutamente todos mis amigos varones viven en otra ciudad. En Málaga, en Granada, en Sevilla, en Barcelona. Alguno a caballo entre dos sitios. Yo había planeado ir al concierto con uno de ellos, cuyo nombre es Raúl, un tipo al que da igual que no vea en dos años, que arregla una habitación de su casa para mí ("ya he pintado tu cuarto") y al que le acabo vomitando todas las mierdas del último bienio delante de una copa y de una manera muy calmada, porque es él.

Su jefe lo envió a Sri Lanka esa misma semana. Creo que voy a odiarle siempre por eso. Al menos, le envió con tiempo suficiente como para que nos viéramos el viernes. También conocí a Claudia (que, por cierto, tiene un blog de cocina vegana muy apañao. Ah. Yo también tengo uno) y estuve con Luis, para ver a Cloe, por fin, y para hablar de feminismo y literatura.

Yo solo hablo de libros con dos o tres personas, cuando se tercia. Ese tema es personal.

Málaga fue todo eso y también fue un concierto. En esta foto, se me puede ver.


Estuvo encima del escenario un par de horas y, cuando acabó, yo pensé: ¿Ya? No cantó But for now, porque tengo la manía de adoptar como canciones favoritas todos esos temas que no caben en un repertorio, pero sí High and dry, con If I ruled the world. Saltó, brincó, cantó, usó el piano como instrumento de cuerda real (es decir, tocando las cuerdas) y como elemento percusivo y sus músicos demostraron ser hombres orquesta. Y creo, que, en la tercera canción, me señaló y me sonrió. A mí nada más (y, si no fue a mí, amo los efectos ópticos que crea la distancia).

Pero hubiera disfrutado más si la gente no hubiera sacado ni sus cámaras ni sus móviles.

Debo de tener problemas de concentración, debo de estar transformándome en una asocial o no entiendo bien los modos de mirar de los jóvenes de ahora (tengo 37 años: hace mucho tiempo que dejé de ser joven). Ni de los viejos.

Vale. Sí. Yo lo hice una vez. Pero era Sonny Rollins, tenía mi equipo fotográfico encima, estaba en el Beacon Theatre y aquello no era un concierto normal. Aquello era un evento histórico. No es, yo qué sé, como cuando vas a un concierto de Iván Ferreiro, o de Coque Malla, y de pronto ves allí, en primera fila, a todo el mundo grabando (con calidad de imagen y de sonido penosas, por cierto) toda la actuación de cabo a rabo, a todo el mundo intentando que un móvil sin estabilizador, sin objetivo, sin nada, haga una imagen nítida y decente. Y todas esas lucecitas brillando a mi lado. Y los flashes desde lejos, comiéndose la luz cuidada que intenta crear una atmósfera determinada en una determinada canción. Gente que se acercaba a hacerse fotos con Cullum, gente que posaba debajo del escenario para inmortalizar el momento y vigilantes de seguridad que no decían nada ni de los móviles, ni de los flashes, ni de ese vaivén de fotógrafos aficionados debajo del escenario. Llamadas de teléfono incluidas, claro: "¡Estoy en un concierto de Jamie Cullum!". Y Twitter. Y el Facebook.

No entiendo qué lleva a gente que ha cumplido los 30 a comportarse de una manera tan absolutamente irrespetuosa y gilipollas.

2 comentaron:

Isabel Sira dijo...

Tíaaaa, que no te localizo! Y también estuve allí. Yo lamento lo de Raul, pero me alegro por mí, que gracias al viajecito de marras a Sri Lanka fui yo la que pudo disfrutar de semejante espectáculo.
Y tomé dos fotos sin flash, lo confieso, porque tenía que demostrar que estuve pegaíta pegaíta...
De nuevo, muchas gracias por el pedazo regalo.

Los viajes que no hice dijo...

Búscame en rojo. Dice Julia que soy yo. Y yo creo que soy yo. El tratamiento de la foto ha vuelto la camiseta de otro color... Lo que no sé es dónde estás tú!
De nada, darling.