martes, 7 de agosto de 2012

Chavela Vargas

Yo no entiendo de guitarras y no sé cómo se llama ese sonido sordo que tocan ellos, los que la han acompañado durante toda su carrera, sin mariachis, ella solita, ella sola, encima del escenario, con su medallón de chamán, su pistola encendida y ese poncho que visten, o vestían, los que no tenían nada que ponerse.


Se me murió La Negra y se me morirá algún día José Larralde y nunca les vi. Cuando Chavela apareció de nuevo, en los 90, yo tenía 15 años y la conocí entonces, antes con su voz rota, con la voz de cazalla y de tequila, que con la voz poderosa con la que hacía lo que le daba la gana en su juventud.

Me gustaba esa mujer. Yo no me identifico con muchas mujeres, desprecio muchos aspectos del universo femenino y, en general, tengo varios problemas con lo que significa pertenecer al género al que pertenezco. No, al sexo no. El sexo es otra cosa. Pero estos días, viendo a Eugenia León, a Tania Libertad y a Lila Downs en el velorio, he pensado que sí: que hay algunas mujeres en las que me puedo mirar.

Esta señora, como Billie, cantó así porque vivió así. Le debo a José Alfredo Jiménez, de quien descubrí su voz mucho después de haber escuchado su canciones, y una charla sobre la Macorina, hace muchos años, en otra vida, casi.

Ahora estoy en el rincón de una cantina, exigiendo mi tequila y exigiendo mi canción. Lo mismo me sirven la del estribo ya y la alzo y brindo y vuelvo a recordar que, cuando estoy desgarrada o triste, o escucho tangos o escucho rancheras, siempre de su voz.

2 comentaron:

migrante dijo...

Que viva según sus ideales y que le recuerden como tal es el mejor homenaje que se le puede hacer a una persona, ¿no?.
Beso.

Los viajes que no hice dijo...

Creo que sí, que es el mejor. Besos, guapa.