Me he ido muchas veces, de muchos sitios. De tantos que no sé qué hice, ni dónde estaba, a los 23, ni a los 25, porque mi vida se divide por ciudades y no por años. He dejado de mudarme, por ahora, aunque tengo que consultar siempre el tiempo exacto que llevo aquí.
Si tú pierdes la memoria, qué nos queda.
El otro día leí un mensaje, cariñoso, que le escribí a un tipo del que no recuerdo nada. A algunos otros los tuve durante mucho tiempo dándome vueltas en el estómago, surgiendo como un ahogo que me atenazaba la garganta o sintiendo en ellos ese sabor a óxido que producen la rabia y el desencanto. Hubo gente que vino y se fue, a otros los eché, otros se largaron sin que ocurriera nada y sin despedirse. No hubo preguntas, ni el beneficio de la duda. En algún caso, incluso, hubo promesas de que no ocurriría nada.
-¿Sabes lo que me jode? Que esto nos va a pasar factura a los dos.
-No, hombre, qué va, ni de coña.
Y ésa fue la última charla, hace casi un año. Me revienta comprobar de qué manera absurda puedo ser tan poco observadora y tan clarividente a la vez y en ocasiones. Justo en las únicas ocasiones en las que me gustaría no predecir el futuro.
Pero luego me he acordado. Este fin de semana voy a ver a una mujer que no dudaría en coger un avión para venir desde Francia si yo lo preciso. He repasado mentalmente el único hecho relevante que tengo que contar, me he imaginado mis palabras y sus respuestas, porque estaremos tres allí, como siempre. He visto sus ojos, dos días antes, la mirada brillante porque yo la estoy mirando, el rímel en su sitio, el marco negro de ese brillo, he recordado su voz y su recuerdo me ha llevado a otras vidas que vivo a trompicones, repartidas y a esa manera que tiene alguna gente de hacerme decir con dos frases que estoy perdida, que deseo, que no sé si esto se llamará vacío, que hay desorden o que añoro. Aún más: a la manera que tiene esa gente de hacer que la bola enorme y hueca que me anida a veces se vaya en dos minutos, por un tiempo.
Hay gente que no va a irse.
No estás sola
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Anteayer las calles de nuestras ciudades se volvieron a llenar de gente
manifestando su preocupación por la violencia de género, un concepto que
sigue co...
Hace 2 días
9 comentaron:
Siempre hay quien se va sin irse y aunque no haya ni conversaciones siempre estará allí.
Y qué afortunadas somos que, desarraigadas de lugares, aún tengamos personas por raíces que estarán aquí, al lado, siempre.
En la vida también hay much@s que, aunque vinieron, nunca estuvieron y otr@s que estuvieron sin haber venido.
Un fuerte beso
Yo soy más bien sedentaria para todo. No me gusta irme, ni cambiar, ni que cambien. Y lo paso muy mal cuando se me van.
Un beso.
Dicen que el que se va sin que lo echen regresa sin que lo llamen, y en muchos casos eso es cierto.
Pero lo más importante de la gente que se va de nuestras vias es que lo hace en todo sentido, los que solo tienen una lejanía física pero mantenemos con ellos ese vínculo, por más intermitente que sea, esos realmente no se van.
Bso.
Hay gente que siempre se queda...
Incluso de los que se van, de muchos, algo queda.
Ese vacío en forma de bola ... dios! como ahoga, menos mal que ocupa poco tiempo
Besos linda.
Creo que Arwen da en el clavo cuando dice que las raíces son las personas. Me ha conmovido el post. Un beso muy grande
FLaC, hablaba de quien se fue de veras. Los otros no se van.
Arwen, cierto: desarraigadas con raíces. Y qué raíces más buenas tenemos, tú y yo.
Ricardo, qué razón tienes.
Suntzu, yo también lo paso mal. Pesadillas incluidas y algún llanto a medianoche.
migrante, eso lo sé: tengo mucha distancia física de por medio con la mayoría de mis mejores amigos. Pero eso no importa. Lo que no sé es si quien se va sin que lo echen regresa sin que lo llamen...
Ana, y también hay gente que viene, eso es cierto.
Xosé, será que estaba morriñosa, yo. O que se me da mal el olvido...
Hay gente que no va a irse. Que alivio de frase, es casi un mantra. Un beso, feliz año, yo qué sé cuántas cosas tengo pendientes que decirte!!
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