Para hacer fotos, un teleobjetivo: yo usé el 55-200, que es el que 
tengo. No os volváis locos con las fotos: disfrutad del espectáculo y 
los sonidos. Las ballenas son muy sociables y se acercan a los botes, 
pero como están con las crías, no suelen jugar mucho y lo más normal es 
que no se vean los golpes de cola (nosotras los vimos de lejos, al 
atardecer). La mejor recomendación es tener la cámara guardada y sacarla
 cuando pare el barco, porque se moja (lo digo por experiencia, claro: 
mi cámara se ha llevado toda el agua del cielo, del mar, la sal y la 
arena en este viaje). Y disparar. Y no ponerse nerviosos, porque todo el mundo quiere hacer exactamente lo mismo que tú.

 
Las vais a poder ver, no tan cerca, desde el 
pueblo, con otro tele (me temo que se necesitaría un 400), encima de una pequeña subida al acantilado a la 
que se accede por un camino de escaleritas: hay quien usa ttrípode, pero
 si queréis llevarlo, hay que ponerle mucho peso, porque los vientos 
patagónicos son asombrosamente fuertes y soplan de manera constante. El 
problema de llevarse la cámara allá es que hay arena: mucha. Yo pude 
limpiar la cámara sin mayor problema, pero es un riesgo que vosotros 
veréis si queréis correr. Yo no voy a tentar a la suerte una segunda 
vez.
 
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