miércoles, 20 de noviembre de 2013

Noviembre, día 20


No tengo hijos. No voy a tenerlos. No se me dan bien, no sé hablar con los niños y se me olvidó cómo jugar cuando tenía cuatro años o así. Hace doce, cogí en brazos a mi primera sobrina. No es sobrina carnal, pero su padre era mi hermano. Se llama Miriam. Ahora, cuando me imagino en Nueva York, la veo a mi lado. La primera vez que me dio la mano para bajar las escaleras, lloré. Luego llegó Martina, a la que hice volar como Superman durante horas, y una bola oronda que se llama Marcos y que ahora me saca de quicio y me lleva a tiendas de cómics. Miriam tiene ahora 14 años y su padre sigue siendo mi hermano.

 Hasta que ellos llegaron, hasta que Martina, constipada y con fiebre, me tendió los brazos para que la cogiera y la abrazara, los niños lloraban cuando me veían. "Creo que notan que no te gustan", me dijo una vez alguien. Sigo sin saber cómo jugar con ellos, pero le doy patadas a un balón para que Hugo se ría de mí y yo haga como que me ofendo. No sé cómo jugar, pero los abrazo. Los abrazo mucho. Les digo que les quiero. Que son guapos. Que son inteligentes y estupendos. No les miento: lo son. Me gusta mucho oírles hablar. No, no me gusta: me admira oírles hablar.

Me gustaría haber crecido así. Hoy es el día internacional de los derechos de la infancia. Quiero que alguien les enseñe, de todas las maneras posibles, que no es ningún crimen cometer un error.

2 comentaron:

Mónica PG dijo...

Son preciosas tus palabras. Más aún para los que te conocemos.
No querrás tener hijos y pensarás que no sabes cómo tratarlos, pero estoy convencida de que para ellos eres esa tía, amiga, o lo que sea, con la que tanto se divierten y tantas cosas interesantes aprenden. Todo un lujo.

Los viajes que no hice dijo...

¡Tampoco los veo tanto! Viven todos muy lejos...
Pero creo que les caigo bien.