lunes, 30 de mayo de 2011

16

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De mis 16 recuerdo varias cosas y, salvo una pelea con un profesor que duró todo el año y con el que me reconcilié más tarde, todas tienen que ver con la misma persona. Él de espaldas, mirando unos árboles (la memoria guarda fotografías, no películas): "qué bonito es esto, qué bonito". Sonriendo mientras me respondía: -¿qué te estás leyendo? -Las obras completas de William Shakespeare. Tocando la guitarra, cantándome Yolanda (años más tarde, varios años más tarde, dos amigas mías se la aprenderían para cantármela como regalo de cumpleaños en lo que ha sido, hasta la fecha, de hecho, uno de los mejores regalos de cumpleaños que he tenido jamás), enseñándome quién es Silvio Rodríguez y que, ciertamente, nadie canta Al Alba como Rosa León.




Esos son mis recuerdos de los 16. Y una libreta con músicos de jazz en la que me escribió para decirme que con él había hablado mucho pero con los demás no y que terminaba con un te quiero.

Siempre me ha pasado eso. Al final, sospecho, cierta clase de hombres me recuerdan los unos a los otros. Carlos me recuerda a José María que me recuerda a Jordi que me recuerda a Raúl. O quizá es que a mí solo me gusta cierta clase de gente.

Luego yo me largué a Sevilla y nos vimos una vez cada dos años. Hace más de una década que no me lo encuentro. Me he acordado de él de tanto en cuanto, muchas veces. Ni siquiera sé por qué ocurre que haya gente que sigue siendo importante en tu vida o para tu vida sin que les hayas visto más después.

Hoy me he topado con su blog, en la red: "La última vez que te vi fue en televisión, comentando sobre los Carnavales, con la misma voz dulce y la misma mirada inteligente".

Ni siquiera pensaba que se fuera a acordar. Pero me ha respondido con un enlace a Google Maps: la calle donde nos vimos por última vez. Yo ni siquiera había comenzado a trabajar. Luego me iría a Melilla.

Me he pasado el día sonriendo. Resumiéndole qué he hecho desde que no le oigo cantar. Y diciéndole lo que ya sabía: que me gusta mucho desde hace mucho tiempo.

martes, 24 de mayo de 2011

Que sí, que yo ya lo sé

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Que al final las asambleas se transforman en aparatos, cuajados de estructuras de poder. Que todo movimiento tiene unos líderes. Que el pensamiento único también se filtra en quien quiere ser revolucionario. Que tendemos a imponer nuestras ideas sin escuchar, porque no sabemos escuchar. Que estamos llenos de prejuicios. Que cambiar el mundo es imposible. Y cambiar el sistema quizá también lo sea. Que una democracia solo es participativa si hay personas que quieren participar. Que la horizontalidad es muy bonita pero no es efectiva (y sin embargo, hubo una vez un pueblo que no conocía la palabra jefe). Que va a haber que luchar contra nosotros, también.

Yo ya sé todas esas cosas.

Pero no puedo quedarme en casa.

Y no voy a quedarme en casa.

jueves, 19 de mayo de 2011

Democracia Real Ya. Y una asamblea

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No recuerdo el tiempo que hace que no voy a una asamblea. Creo que la última fue en otoño. Un otoño sevillano, fresquito, en la Alameda de Hércules, cuando iban a cambiar la fisonomía de la plaza. En todas las ciudades que amo, en las dos que amo, se dedicaron a sustituir la vida por granito, para impedir que la gente estuviera en la calle, se sentara en los bancos. Se confina al ciudadano al espacio privado y luego, a muchos les coge con el pie cambiado que decidan tomar el espacio público.

 Imagen del País, de Samuel Sánchez.

Hoy voy a una asamblea. Me manipula no recuerdo quién, porque yo no tengo pensamiento propio, ya lo saben. De hecho, llevan tanto tiempo manipulándome que nadie entiende que pueda decidir, individualmente, sumarse a una protesta sin unas siglas detrás, sin una organización registrada y subvencionada detrás. Esta clase política censora, que gusta tanto de prohibiciones hipócritas, piensa que todos somos niños de teta. Procuraron que así fuera: crea un pueblo inculto y tendrás una población adocenada.

Comenzaron hace mucho: al principio, se nos miraba con simpatía, a los antisistema. Huy, pues esta gente ha creado el Foro Social; huy, pues esta gente protesta en Seattle. Qué monos son, quieren un mundo más justo. Y luego, la etiqueta.

Antisistema. Primero, con mucha gracia. Luego antisistema ha llegado a sonar tanto a terrorista que todos se apresuran a decir que no son antisistema. Yo sí lo soy. A mí este sistema, que me lleva negando el futuro más tiempo del que puedo recordar, me ha dado siempre un por culo que no veas.

jueves, 12 de mayo de 2011

Srta Bradshaw

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No vive en el 66 de Perry Street, pero se está quedando en el Upper West Side. Allí, en la calle 73, hay un Alice's Tea Cup que podrá servirle, quizá, de refugio contra las tormentas. Porque va a haberlas y ella lo sabe y porque la primera llamada a casa cuando una ha decidido irse seis meses siempre resulta dura y porque no están los de siempre y...



Se dejó el alma en ese lugar hace mucho tiempo, como la dejé yo, que todavía deshojo la margarita sin comprar un billete de avión porque me dan miedo las negativas que pueda encontrarme. Se dejó el alma y fue a recogerla. Por si seguía allí, agazapada entre los árboles de Riverside Drive, en alguna de las verjas de Pomander Walk, en Central Park o en el puente de Brooklyn.

O en Times Square. Cuando llegó, le hizo una foto a esa esquina bulliciosa y escribió: "I'm at home".

Estoy en casa. Con toda la mezcla de nervios, de miedo, de expectación y de alegría.



Lo he dicho muchas veces. A ti también. Que las ciudades se llevan dentro, niña. Cuando llegué, me sorprendí a mí misma sabiendo que Nueva York me había enseñado a mirar de otra manera y que había pasado a formar parte, en 20 días, de esos lugares donde soy más yo. Como Sevilla. Como Madrid.

Volverás a pasear de noche, con calma, por el Financial District. Volverás a pasar calor, a descubrir cómo llegan el verano y el otoño, a ver la exuberancia humana de Bryant Park: lloverá y hará sol. Te desesperarás. Y será duro. Pero a mí eso no me importa, porque me importan más la valentía, el afán de búsqueda que tú sí tienes y yo perdí, las risas y los amigos que te esperan. Los que vendrán. Tu manía de comenzar una y otra y otra vez.

Ya lo sabes. Aunque el techo se te caiga a pedazos, qué bueno es estar en casa.

Ve al Legal Grounds. Que te sirvan un café y un muffin de canela. Salúdame a los niños. Y cruza el Puente de Brooklyn por mí.

Feliz cumpleaños, Bea.

lunes, 9 de mayo de 2011

Sarah Kay y diez cosas que son verdad

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1.- Que existe al menos una persona encima de la Tierra que no me va a traicionar.
2.-  Que cierta clase de ideología y las personas que la sustentan me dan pavor.
3.- Que el machismo se interioriza.
4.- Que escribir me evita los naufragios. O los hace menos malos.
5.- Que si te metes un pico con aire no te mueres.
6.- Que no hay nada mítico en cierta clase de misterio.
7.- Que me puedo enamorar de un guión, una canción, un personaje, como no voy a enamorarme de nadie real.
8.- Que la gente, en general, no me gusta. En particular me gustan algunos.
9.- Que necesito, para viajar, una cámara, una libreta y un bolígrafo.
10.- Que me gustaría mirarte. Uno de estos días.

sábado, 7 de mayo de 2011

Al otro lado

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No voy a encontrarte.
Pero miro tus fotos. Un beso, una caricia, una voz que me gusta como me gustan tus manos.
Hago una lista con todas las cosas que no haré.
Viajaré a dos ciudades buscando rascacielos, una niebla, caminar hacia el agua, un edificio plateado que brilla como brillan los tapacubos de los coches, una cupcake de zanahoria y un parque con tableros de ajedrez.

Quiero cruzar contigo el puente de Brooklyn.