domingo, 14 de julio de 2013

Tolkien

Hace mucho tiempo, en un Festival de Mérida en el que había un profesor de Clásicas al que yo tenía que atender porque iba a hacer unas críticas, mientras hablábamos de literatura, me dijo que los jóvenes no leían, en general -este tipo de charlas se tienen con generalizaciones- y que, claro, cuando leían, solo leían cosas como El Señor de los Anillos.

-No tienes ni puta idea de literatura.



Eduardo Segura ha traducido a Tolkien. Yo he hablado con él por La caída de Arturo, un poema inconcluso que acaba de editarse en español. Y, cuando estábamos hablando, se ha detenido y, con cierto asombro -me ocurre muchas veces- me ha dicho: "Me gusta mucho el enfoque que le estás dando a la entrevista, porque a Tolkien se le suele banalizar mucho".

Yo le debo a ese hombre uno de mis personajes favoritos, que no es Aragorn y no es Gandalf. Me enamoré de él por un párrafo, al inicio, unas pocas palabras que me han acompañado desde entonces, porque en ellas hay mezcla de orgullo y mezcla de dignidad.

-Tú no eres de aquí, no eres un Bolsón, tú... ¡tú eres un Brandigamo!
-¿Has oído eso, Merry? Fue un insulto, ¿no?- dijo Frodo, cerrando la puerta en las narices de Lobelia.
-Fue un cumplido -respondió Merry Brandigamo-, y por eso mismo falso.

Hemos hablado de la importancia de los medios de comunicación a la hora de transmitir la obra de un autor. De cómo la idea de Tolkien está, sí, profundamente mediatizada (la lucha entre el bien y el mal y ya está, las películas de Peter Jackson -Segura dice que, salvo genios como Malick y otros, se está olvidando la importancia de narrar en el cine norteamericano-) y de que ya hay opiniones que no cabrean.

Yo le debo haber creado Lothlorien, me ha dicho Jordi: Y también haber creado a Lúthien y a Beren. Y Antonio, al que no conozco aún, pero conoceré, me ha recordado el momento en que Frodo le perdona la vida a Zarquino y él le dice: Has crecido, mediano. Él le dio el libro a su hermana, que comenzó a llorar a moco tendido, a los catorce, con la balada de Frodo Nuevededos y el Anillo del Destino y él, que tenía cinco años más, quiso retroceder para volver a leerlo por vez primera y emocionarse tanto como ella.

Casi nunca hablo de libros así.

Al final, los mitos son una llave. Y esa llave implica que tú creces con ellos. Que, a los 13, no soportas a Boromir y luego, a los 30, descubres que tú también necesitas perdón y le entiendes. Y quieres ser Gandalf, y tener las riendas, o conocer a algún Gandalf, y conseguir un maestro y una guía y asumes la oscuridad de Aragorn, su camino de retorno, el peso que supone ser la única esperanza. Y también sabes que eres Sauron.

Sabes que eres Sauron, aunque quisieras ser Sam.

2 comentaron:

Isabel Sira dijo...

Cierto. Esos libros me capturaron desde la primera vez que los leí (desordenado, como siempre, porque empecé por las dos torres...) porque no era uno, era todos los personajes, era bondad y era maldad, era dudas, era todos y cada uno de ellos. Y porque, también debo reconocerlo, me permitió perderme y desaparecer completamente de mi mundo, al que no creía pertenecer, a otro mucho más acogedor para mí.

Los viajes que no hice dijo...

Las grandes discusiones literarias de mi casa las tenemos por este señor. Que si escribe bien, que si no escribe bien.
Yo le quiero mucho.