viernes, 26 de julio de 2013

Javier Leoni

Javier Leoni. La imagen la colgó La Nave del Duende en su Facebook.

Este señor de ahí arriba me daba, cuando me veía, un beso en los morros y luego me acariciaba la barbilla, como solo sabe hacerlo un padre. Le conocí cuando comencé a ocuparme de cultura: hace siete años de eso y en la agenda aún me faltan cientos y cientos de teléfonos, pero Javier Leoni era... Si hablabas del Festival Medieval de Alburquerque, allí estaba él. Si hablabas de programación, también. Si hablabas de producción teatral. Si hablabas del trabajo de actores. Si hablabas de.

Si hablabas de la periferia y de cómo se hace teatro en la periferia.

Porque yo vivo en la periferia. Ese espacio que nunca sale en los medios de comunicación (que circunscriben, todos, la información nacional a Madrid, Cataluña y el País Vasco, con algún guiño a Andalucía, porque aquí no hay más comunidades y los centros de poder son los únicos de los que se habla, en los medios de izquierdas y en los de derechas). Y, en este trozo del oeste, Javier Leoni se empeñó en que se podía hacer teatro y en que se podía vivir profesionalmente del teatro. Creyó en el asociacionismo también. Defendió todo esto.

Me enseñó muchas cosas y debatimos de muchas más, verborreicos los dos, e implacables.

Esperanza Rayo me recordó lo que decía cuando nos lo encontrábamos en una obra de teatro: Vengo a aprender.

Mi concepto de los entresijos del teatro, de cómo se trabaja y por qué, le debe mucho a este hombre.

Y le voy a echar de menos.