sábado, 6 de julio de 2013

Cuando tocan los amigos

OEX ensayando. La hice con el móvil, sí.
Conozco ese teatro como la palma de la mano y siempre me asombra estar allí. Si la obra es una mierda, me dedico a ver las columnas. Una está mal colocada. Al final, entrar por primera vez cuando comienza el Festival de Mérida al ensayo general, al primer ensayo general, se ha transformado en un rito. Recorrer la rampa, esperar a que enciendan las luces para no matarte con las piedras, quejarse porque el aire acondicionado no funciona otro año más, saludar a los técnicos de sonido a los que ves una vez al año, enchufar los cables, hablar con los compañeros, que los compañeros te pregunten si te ha gustado y qué esperas de la obra, acabar a las dos de la mañana, dormir poco, escribir, sacar cortes.

Y el estreno.

Ver ese teatro lleno, ese teatro que son dos teatros y dos pueblos enteros, esas casi tres mil localidades una al lado de la otra, es una bestialidad. Siempre te encuentras a alguien (una pareja de un amigo, unos turistas) que lo ve por primera vez, que te cuenta la maravilla que es y que tú sabes, porque cada vez que viene alguien haces lo mismo: pagas la entrada del Consorcio, lo llevas al vomitorio central, haces que se tope con Ceres en el centro y le miras la cara. 

Maribel Gallardo. Foto de Jero Morales.
Ayer se estrenó Medea. Abrió la Orquesta de Extremadura con la Medea de Barber. La obra nos la sabemos de memoria: las distintas versiones y el encargo de Corinto y por qué mata a sus hijos y por qué mata a Creusa, o a Glauce, y lo hijo de la gran puta que es Creonte, así que no es difícil, no fue difícil, imaginar un ballet mientras tocaban. Esperanza Rayo y yo lo comentamos, las dos con la boca abierta, cómo componía este señor, de dónde el desamor, la desesperación y los celos. 

Y luego salió el Ballet Nacional y yo me acordé de Treme. De la necesidad de conservar la propia historia y la propia cultura, de la necesidad de reconocer lo que es tuyo. Lo que tienes en casa, lo que ha nacido en las exiguas fronteras de tu país, cierta tradición actualizada. Y ese animal que es Maribel Gallardo encima de un escenario.

Hacía mucho tiempo que no veía a dos mil personas puestas en pie gritando y aplaudiendo durante horas. Y cuando José Antonio Montaño hizo que la Orquesta se levantara y el público de Mérida, que no era de Mérida solamente, se vino arriba y actuó como actúan los hinchas en un campo de fútbol, como yo no recordaba que hubiera pasado nunca -solo en Nueva York, en el concierto de Sonny Rollins, he visto un comportamiento así de enfervorecido-, para que se percatara quien se tiene que percatar del orgullo de tener esto aquí, fue como un cumplimiento.

Luego, lo de siempre: el peristilo, las declaraciones, los abrazos, la euforia. Y una charla con copa hasta las cuatro y media de la mañana que se queda dentro de esas cosas que los periodistas conocemos del Festival y que no vamos a contar nunca en público.

No pudo haber mejor comienzo.