miércoles, 13 de febrero de 2013

Ballenas



Hay unas 2000 ballenas catalogadas por el Whale Conservation Institute y Ocean Alliance. Toda esta zona es Patrimonio de la Humanidad. La Península no tiene mucha altura: el cerro Piaggio es el más grande y mide 110 metros, pero hay depresiones de hasta 41 metros bajo el nivel del mar (la Salina Grande, la Salina Chica, el Salitral). Esta zona comenzó a poblarse en el XIX (la comenzaron a poblar los occidentales, se entiende: puto etnocentrismo), pero antes estaban también, como en El Calafate, los aonikenk. En el parque podemos ver (las vemos, de hecho, por el camino) maras (mal llamadas liebres patagónicas), guanacos, choiques (o avestruces patagónicos) y armadillos. Ya no quedan pumas, jaguares ni cóndores. La gente que vino aquí en el XIX se dedicaba, sobre todo, a la industria salinera, pero ahora viven del turismo.



Hay que tener en cuenta varias cosas durante el avistaje de ballenas. No se pueden generar residuos, así que no se puede comer en el barco. Tampoco se debe intentar tocar a las ballenas, ni pedir al capitán que el barco se acerque más: a cada grupo de ballenas la observa la tripulación de un solo bote y hay que seguir las indicaciones siempre: resulta algo complicado porque hablan bajito: no se pueden usar micrófonos para evitar la contaminación acústica y te piden siempre que no hables a gritos (no sé cómo se las apañarán con los franceses) porque eso perjudica a la fauna. De hecho, los motores se paran cuando se acercan a las ballenas y van a muy baja velocidad.



De todos modos, se acercan. Vienen nadando, con los ballenatos, tranquilamente. Y alzan la cabeza, te miran, la sumergen, alzan la cabeza de nuevo, parece que sonríen, con sus ojos grandes, abren la boca, se sumergen y pasan por debajo del barco sin rozarlo. 

Yo siempre he querido ver ballenas.