viernes, 4 de enero de 2013

Perito Moreno

3 de noviembre de 2012


Estoy en la puerta de la posada Nakel Yenú. Llueve. Ahora no, pero da igual. Ha llovido todo el día, no me llevé los guantes y he creído que se me iban a engangrenar los dedos. Llueve y la pasarela del Perito Moreno resbala. Lo atestiguan mi rodilla izquierda en carne viva y mi mano derecha dolorida y ensangrentada. Ha llovido toda la tarde, pero ha dado igual. Y ha dado igual porque doy rodeos para no comenzar a describir el sobrecogedor espectáculo del Perito Moreno contra la niebla y las montañas nevadas de plata.

El cielo está gris, de un gris blanquecino, y esa luz blanca es la que se refleja en unas montañas de las que no sabes dónde acaban porque las tapa la neblina. El glaciar se mueve y ruge. Ruge de vez en cuando, cuando se desprende un trozo.