miércoles, 9 de enero de 2013

Colores



Sigue lloviendo. Recuerdo las fotos, la caminata por la pasarela y la primera vez que vi el Lago Argentino. Fue al bajar del avión. Hemos llegado al parque nacional Los Glaciares con la empresa Caltur, por libre: el autobús se coge en la estación del Calafate. Cuando alguien se cae en algún sitio de Argentina, se dice que querés comprar el lugar. Yo, por lo visto, he querido comprar el Perito Moreno.



Hay 70 kilómetros desde El Calafate hasta el parque nacional. Setenta kilómetros por un paisaje llano, lleno de arbustos, que luego se transformará en una exuberancia de árboles y en el que vas camino de los Andes. En los viajes, esperas siempre que te guste, que te impacte, lo que en teoría debe impactarte y debe gustarte. Y, sin embargo, yo veo, con sol, ahora, porque a veces sale el sol, el Lago Argentino y me descubro con paz. El lago y las cumbres y el hielo que baja, con formas caprichosas.



Adriana lo vio hace cuarenta años, no había pasarela alguna y bajaban hasta tocarlo con las manos, pero se debió de matar mucha gente. También han muerto por las esquirlas, grandísimas, que se desprenden del glaciar cuando cae un trozo como si fuera un cañonazo. El glaciar guarda el mismo tono azul cielo que el Lago Argentino cuando le da el so, un azul celeste muy suave. Pero también es blanco y es negro y es aún más azul y yo quiero apresar todos sus colores. De hecho, es al cambiar de objetivo cuando me doy la gran tort. Y vale: debe de gustarme mucho escribir, porque estoy tiritando en la terraza del Nakel Yenú mientras oigo la lluvia goteando en el techo y hace un frío helador.