viernes, 11 de enero de 2013

Bares



El Calafate es pequeño, pero ha crecido mucho, muchísimo, en las últimas dos décadas. Ha crecido para el turismo y se nota: es de cuento, pero no molesta. Y está Borges & Álvarez, que es un libro-bar que nos recomienda Virginia, del Nakel Yenú, porque es a donde van quienes viven aquí. Y los turistas, también van, porque está en pleno centro. Yo quiero un bar así en mi ciudad. Un bar así para escribir, para hojear libros, para comer una milanesa de soja espectacular y para reírme y admirarme con la creatividad de su carta.

Algunos bares son el espacio en donde discusiones, diálogos y monólogos se repiten y superponen hasta el infinito como un objeto atrapado entre dos espejos sin otro fin que pasar un rato distraído. Tienen promesas para todos los sentidos, camareros y clientes que no se callan, risas y llantos rompiendo silencios por todos lados, una barra que parece un diván, botellas que esconden secretos... y, sobre todo, la dulce sensación del encuentro, de ya no estar solo...



Estos bares son entidades únicas e irremplazables, ya que cada uno posee un clima que refleja la personalidad de su propietario y la gente que en él trabaja,. Lo público es también privado o íntimo y viceversa; son como un living, que pertenece a los dueños y también a los parroquianos, a ustedes que están invitados a disfrutar de este nuestro sueño... 

Las palabras en cursiva están tomadas de esa carta del bar. No escribiré nunca aquí, pero fotografío frases sobre el poder curativo que tiene la comida cuando se comparte, observo los nombres de los platos con sonrisa divertida y sé que sería uno de esos bares que uno haría suyos y acabaría conociendo a los camareros, como cuando voy a la Taberna y veo a Hugo, o como me ocurre en algunos lugares de Mérida.



A mí siempre me han gustado los bares. Para escribir, para tomar café, para estar sola, para dejar pasar el tiempo, para esperar, para compartir copas durante horas con los amigos, para reír y para desahogarme. Muchos de los mejores momentos de mi vida los he tenido en bares. En el Guirigay de Sevilla, en el Central, en el Entrecañas, en el Castúo, el Via Flavia, La Casona, Las Palmeras, el Casablanca, la Corchuela o el Latino. Hay bares para desayunar, hay bares para el café, hay bares a donde uno acude todos los días. Buenos Aires también está llena de esos lugares que yo podría hacer míos en un par de meses.




2 comentaron:

Paula dijo...

El Federal y La Poesía en San Telmo son de obligada visita...

Los viajes que no hice dijo...

En la Poesía comí. El Federal no lo vi. Ay, tengo que volver!