viernes, 21 de diciembre de 2012

Una lágrima en jarrito

Cómics en el Ateneo Grand Splendid

Café. Una lágrima en jarrito: leche manchada en taza más o menos grande. Los nombres de los cafés, en cada país, es lo primero que aprendemos los adictos. Un cortado, aquí, es un café con leche en taza pequeña. El café con leche te lo ponen en taza de desayuno: parece una piscina. O una pileta. Buscamos el bus turístico, pero casi finaliza el recorrido y nos vamos a ver la feria del libro antiguo, que no encontramos porque en el cartel está mal la dirección. Adri me propone tomar café en el Ateneo Grand Splendid, que The Guardian eligió como una de las librerías más bellas del mundo. Por el camino, una mujer pasa rápido y nos pide paso.







Esa es la primera imagen que tengo de Anita, con quien nos vamos a Chile. Con los amigos de los amigos me ocurre siempre lo mismo: no hay miedos nunca (y a mí, la gente, en general, lo he contado muchas veces, me da miedo: otra cosa es que no se me note, porque no se me nota, nunca se me nota) y además luego descubriré que esa mujer me gusta, y me gusta mucho. Hacemos fotos, vemos títulos de libros, observamos los cuadros de las paredes. El Ateneo Grand Splendid es una maravilla. Aquí hubo un teatro y hubo una radio. De hecho, la cafetería está en el escenario del teatro. Es redonda, luminosa y, casi, decadente. Pero le faltan libros.





Eso dice Adriana, luego, en casa, delante de un mate. Que le faltan libros. Y sí: hay estanterías y estanterías, pero no deja de ser parte de una cadena y ese concepto de librería de primeros títulos, con solo lo justo que ha de haber en determinadas secciones (en la de Argentina, mucho libro de foto en inglés, por ejemplo; en la de historia, los últimos bombazos polémicos; en la de música, el tango eterno) a mí me repele. Es uno de esos sitios en los que yo estoy muy cómoda tomando café (hablamos mucho durante el café: de que tenemos que cambiar pesos chilenos, de las dificultades para acceder a moneda extranjera; de la familia, de los amigos, de nosotras) y estaría muy cómoda escribiendo, pero en los que no me gusta curiosear. Quizá tenga que ver que lo primero que se encuentre uno al entrar sean no sé cuántas estanterías con la trilogía de Cincuenta sombras de Grey.