martes, 11 de diciembre de 2012

Perón

31 de octubre de 2012.

Hablamos de Perón. Le cuento a Nico mi idea de Evita: mujer pija ("acá pija es otra cosa"), burguesa, entonces, está bien, querida por el pueblo no sabemos por qué o yo no me lo explico ("sueñan las pulgas con comprarse un perro"). Nico tiene 33. Perón murió antes de que él naciera y le revienta que haya peronistas acérrimos entre los más jóvenes, que ni le conocieron: ¡que estamos ensalzando a un milico y a una niña rica! Y, sí: impulsó avances sociales impensables antes: extendió el régimen de jubilaciones, se firmaron convenios colectivos, se crearon escuelas técnicas y los obreros comenzaron a pensar que podían prosperar con su trabajo... y no matarse trabajando. Así que fue muy querido y, de esa querencia se aprovechan los partidos políticos, que, me cuentan, no es que hayan asumido el ideario: se apropian del nombre, o de la corriente, y ya está. Me cuenta de la indolencia (recuerdo a Susanita, en una viñeta de Quino: "en este país nadie quiere trabajar"), de las generaciones perdidas y yo le hablo de España, de esas generaciones de albañiles y encofradores que dejaban los estudios para construir casas auspiciadas por la Ley del Suelo que firmó Aznar. Me pregunta sobre los vascos, Cataluña, las independencias. Le cuento. Mi versión, mi idea, sí, sesgada ideológicamente, cosa que asumo y le digo. Porque yo siempre digo de qué pie cojeo. Y, aunque no lo dijera, se me nota. Comparamos modos de vida: al fin y al cabo, tenemos más o menos la misma edad. Porque una camina por Buenos Aires, coge el colectivo, coge el metro (bueno, aquí no se puede coger nada) y siente un cierto poso de extrañeza, pero nada es extraño realmente. Ni la fisonomía, ni los modos, ni la manera de relacionarse, ni el ocio, ni nada.

Graffiti en el barrio de Saavedra


Pero aquí las paredes hablan.
En España no.
Pared que no habla, pueblo callado.