jueves, 13 de diciembre de 2012

Los grafittis de Saavedra

31 de octubre de 2012.

Argentinizándose

El barrio de Saavedra está lleno de grafittis y Adriana y yo hacemos una ruta. Los firman: añaden página web y Flickr. Hay plazas defendidas por los vecinos. Una plaza es una manzana verde con césped -es decir, pasto: no, a veces no hablamos del todo el mismo idioma- y árboles. Un parquecito, diríamos aquí. Hay un paseo verde en el que los jóvenes entrenan y por el que nosotras paseamos viendo pintadas y más pintadas, muy imaginativas. Es un barrio tranquilo, dice. Tranquilo significa que no hay el bullicio del centro, porque a mí, que vengo de una ciudad de 50.000 habitantes y de un barrio en el que a menudo no hay más de diez personas por la calle, esta profusión de vida en la calle, coches, gente, gente, gente, pequeños comercios, parques y bares, me parece propia de un barrio vital. Aquí, aprendo después, un barrio tranquilo es un barrio en el que puedes caminar por las calles sin que te arrollen.




Y en esas calles hay carteles luminosos, comercios, pastelerías (si uno quiere llorar de emoción, que mire el escaparate de una pastelería cualquiera de Buenos Aires), museos, tiendas de ropa, tiendas de menaje, perfumerías, supermercados (Carrefour y ¡Día!), colores inabarcables. Una mezcla entre Nueva York, Lisboa, el Kensington Market y un zoco árabe. Es, creo, la ciudad más voluptuosa en la que he estado nunca.