viernes, 7 de diciembre de 2012

Adri y Nico

31 de octubre de 2012.

Escribo por la noche en la misma mesa de la cocina, con hule de flores, un hule azul lleno de margaritas, en la que me tomé mi primer mate. Amargo. Compartido. Como un ritual. Con Adriana y con Nico, que es su sobrino y es editor de vídeo. Es asombrosamente guapo, ese muchacho: un piercing en la ceja, unos ojos marrones grandísimos y expresivos, una boca perfecta. Es lo primero que veo. Luego descubriré que tiene, también, ese carácter irónico que a mí tanto me gusta. Nico acaba de salir de trabajar. Trabaja de noche y viene a buscarme al aeropuerto. Adri y yo le esperamos tomando un café con leche y mediaslunas de grasa, que son saladas, de masa parecida al hojaldre, crujientes por fuera, muy crujientes. Al principio, no habla. Nada. Me da un beso (aquí -acá- se saludan con un beso, hombres y mujeres; no con dos) y se sienta. Se frota los ojos. Yo le miro: me recuerda a mi primer encuentro con Kois, cuando acabé preguntándole a Nerea si es que su novio era tímido o es que yo le caía mal. Hace unos minutos, veinte, quizá más, me he encontrado con Adriana. Nos abrazamos como si lleváramos mucho tiempo sin vernos. Porque en realidad llevamos mucho tiempo sin vernos, en realidad no nos hemos visto nunca, pero yo ya sabía cómo era Nico, ya sabía cómo era ella. Ni recuerdo el tiempo que hace que nos conocimos. Diez años, doce, catorce. Ni idea. Da lo mismo, fue hace mucho. Cada vez que me surge alguna duda sobre si hacer o no hacer algo, cada vez que le surge a alguien, me acuerdo de un debate que mantuvimos sobre la paternidad. A los niños se les traumatiza, hagas lo que hagas, no quiero tenerlos, sostenía yo. Y solo respondió con una pregunta: ¿Perfección o nada?

Cafe y mediaslunas
Esa pregunta sabia me la he vuelto a hacer muchas veces desde entonces. Es uno de mis mantras, como alguna frase de Lobezno (he estado peor. Estaré mejor) o algún proverbio chino.

El cielo está encapotado, pero luego desaparecerán todas las nubes. En Buenos Aires amanece temprano, muy temprano. Aquí es primavera.