jueves, 14 de julio de 2011

Asteroide 1583 / ¿Para qué? / Antígona de Mérida


Es un guerrero. Se llama Antíloco, guarda un dolor de cinco mil años y está enamorado. Quiere contar su verdad, lo mismo que la esclava de Andrómaca nos muestra cómo, si somos espectadores, nunca pasa nada.

Últimamente no paro de ver soldados. En Game of Thrones, por ejemplo. En Antígona de Mérida: nacionales, milicianos. El honor. El dolor. La guerra.

No sé por qué me gustan tanto las espadas.

Sí sé por qué disfruto. Incluso cuando no he disfrutado, cuando quería que se acabara. El teatro me hace ver quién soy. Lo que podría ser. Me cuenta. Y me obliga. Ahora, a ponerme en la piel de un hombre, con la sensibilidad de un hombre y con la sensibilidad de un actor que dice no estar en su mejor momento, precisar de una armadura, y que habla del miedo a mostrar su vulnerabilidad. Volvemos a transitar sobre el miedo. El miedo del día del estreno. El miedo a no haber captado bien qué quería contarme alguien. El miedo a no saber cómo transmitirlo. La cobardía que no se admite.

Las excusas. Una y otra vez.

Quizá sí sea posible elegir.