lunes, 21 de febrero de 2011

Los derechos de los lectores

Copiando recetas de cocina que comienzo a hacer (sólo la parte de repostería) me topo con este post antiguo de Sirope de Alce, cuando era Desde mi cocina en Montreal.

Cito:

Daniel Pennac, escritor francés que me cae especialmente simpático por varios motivos (escribió novela negra sin acomplejarse por ello, tiene grandes inquietudes pedagógicas, entre otras las de transformar la educación pública en una institución que dé una educación de calidad, sin masacrar al individuo), es un rebelde literario y pedagógico que de niño sufrió mucho intentando adaptarse a una escuela que no estaba hecha para él, y que si hubiera hecho caso a los obtusos profesores que lo desahuciaron del mundo cultural, nunca hubiera escrito cosas tan interesantes como "Comme un roman" ("Como una novela"), ensayo en el que estableció los derechos imprescriptibles del lector :

El mensaje se transformó en meme. Y me hizo gracia.



1. El derecho a no leer
Últimamente lo practico más de lo que debería. Acabo saturada de meterme entre pecho y espalda mil textos durante la mañana. Realmente no es cierto que no lea. Me paso el día leyendo: guías de viaje, foros, reseñas cinematográficas, textos de blogs, poesías sueltas, cuentos... Pero tengo mil libros por leer. Y eso a veces me agobia tanto que no los leo.

2. El derecho de saltarse páginas
No es que me las salte. Es que, en cuanto sé, más o menos, quiénes son los personajes, acabo yendo invariablemente a la última página del libro. Eso me ha destripado innumerables novelas de misterio, pero no he escarmentado todavía. Lo he intentado mil veces. Si no me entero de qué ocurre en la última página, voy picando por capítulos. Luego desando el camino y me leo el libro del tirón. Pero antes picoteo.

3. El derecho a no terminar un libro
No sólo es eso. Es que hay algunos clásicos que no he acabado jamás ni acabaré. No puedo con Victor Hugo, por ejemplo. La cuestión es que siempre me queda un cuarto de libro por acabar cuando lo dejo abandonado a su suerte...

4. El derecho a releer
Por supuesto. Releo y releo y releo. Hay párrafos, cómics y libros que me sé de memoria.

5. El derecho a leer lo que sea
Siempre, claro. Pero no practico el derecho a elegir lo que sea o a comprar lo que sea. Con eso soy mucho más exquisita.

6. El derecho al "bovarismo" (enfermedad de transmisión textual)
No. A mí mi vida me gusta mucho. De hecho, yo escribiría un libro sobre mi vida, qué coño. Y además yo he buscado tesoros y he caminado junto a una loba y he formado parte de una manada y he buscado herretes de diamantes y he hablado de política y nací con el don de la risa y me han encantado el mar y una biblioteca y me he dedicado a matar demonios y a hacer magia y he tenido hijos y, sobre todo, he sido muchos hombres y muy pocas mujeres. Ya sabéis: quien lee no tiene límites. Quienes no leen, son nada más que ellos mismos.*

7. El derecho a leer en cualquier sitio
Leo en los bares, en los autobuses, en los trenes, en los aviones. En casa de amigos. En la mía. Sentada en el suelo mientras observo cómo crece el pan en el horno. En algunas clases, también he leído. En el trabajo, mucho, todo el rato. En varios restaurantes. En la cama, también, claro está. Y en el baño, por supuesto. Mientras hago cola. En los aeropuertos. En la cocina.

8. El derecho a hojear
No sólo a hojear. A leer libros enteros en cualquier centro comercial, mientras mis padres compraban. Ahora no los leo enteros, por pudor. Pero hojeo. Mucho.

9. El derecho a leer en voz alta
Jamás lo hago y no me gusta. Ni que me lean.

10. El derecho a callarnos.
Siempre o casi siempre. A mí no me gusta hablar de libros, ni de cómics. Son charlas de esas de a ver quién la tiene más larga. Y me dan mucho asco. Se lee por placer, no para presumir.

*La frase, maravillosa, se la oí en persona a Benjamín Prado el día que conocí a Ángel Campos Pámpano.


La foto es mía.

2 comentaron:

Manuel Barranco dijo...

Pues me dan ganas de imprimir este decálogo y colgarlo bien enmarcado en mis estantes de libros. Da gusto leerlo. Está escrito por una persona lectora, sin duda.

Los viajes que no hice dijo...

Se supone que es para que, quien quiera, cuente por qué lee y cómo :)
Es un juego divertido.