sábado, 4 de diciembre de 2010

Revelando

Para revelar hay que abrir un carrete en la oscuridad, introducirlo en unas espirales, tomarle la temperatura al agua, hacer una emulsión, echar un fijador y que tus manos sean tus ojos, no sé en qué orden. Cada treinta segundos, se agita el bote en el que están los rollos con el líquido y se le da un golpe seco para quitar las burbujas. Seis minutos y medio a veinte grados. Esto es como una relación de pareja, dice Fer. Unión. Hay que usar las manos y la boca. Como en la camiseta esta rara que tiene para abrir los carretes no consigue meterlos en la espiral, Robert comienza a sudar. Yo le abanico (ese abanico se lo quedará Fernanda después, que nunca ha tenido uno) y Fer también, con el New York Times. Al final, Robert se va al baño. Ponemos la manta que le regalé a Boule en la ventana y yo cojo una toalla para tapar los resquicios de la puerta, mientras le apremiamos, porque estoy de puntillas con Fernanda acercándome la copa de vino. Porque para revelar hay que abrir una botella de vino. Y hay que hablar mucho: "¡Basta de dobles sentidos!", grita él. ¿Nosotras? Habráse visto. Burlonas. Hay escenas muy almodovarianas. Luego los invito a cenar porque a mí, si paso mucho tiempo encerrada, se me caen las paredes encima. Cae otra botella de vino. Robert está tan bien que hasta se fuma un cigarro. Y Fer lo inmortaliza con la Leicca, hasta que él se tiene que largar y nos quedamos las dos. Horas.

Me gustan estos dos.

12 de septiembre.

2 comentaron:

Luc, Tupp and Cool dijo...

Un sitio maravilloso, Viajera, para que una tenga la "revelación" de lo emocionante que es el procesado clásico. Nada que ver con el fotochop, claro.

Yo tengo todos los cachivaches herméticos para el tratamiento de negativos, incluso, un cilindro para revelar diapositivas. Lo hice tres o cuatro veces, pero era un sinvivir, sabiendo que al menor fallo se perdía todo el trabajo, sin remedio.

A mí lo que me gusta es positivar. Trabajar con la luz roja, ampliar los negativos al tamaño deseado, seleccionando el cuadrante con el marginador, revelarlos pasando por las tres o cuatro cubetas (revelador, fijador, aclarados) y ver cómo poco a poco va apareciendo la imagen en el papel... Esa escena que se ve tantas veces en las pelis clásicas y que es siempre un poco mágica, misteriosa.

Luego, el olor a acético y el más indefinible de las sales de plata se te queda flotando en la casa durante varios días...

Mi ampliadora y todo lo demás está empaquetada en lo alto de un armario. ¿Cuántas veces me he prometido a mí misma que voy a tirar un carrete en la analógica y a positivarlo a la antigua usanza? Cientos.

Los viajes que no hice dijo...

Ohhh, qué maravilla...

Yo revelé, pero no positivé. Luego lo pasamos a una caja de luz y lo lanzamos directamente al ordenador, después de escanearlo... Pero positivar tiene que ser fabuloso.

Eso sí: del dolor de brazos sujetando la toalla con Fer dándome a beber de la copa de vino todavía me acuerdo...

Qué bien me lo pasé.

La próxima vez que le vea, le pregunto si positivamos.