martes, 14 de diciembre de 2010

Paseando a Boule


Después de escribirle a Robert, me entra una llorera horrorosa. Cuando yo digo "llorera" es que se me saltan las lágrimas: lo que para otras personas sería "emocionarse", porque lo de llorar a moco tendido a mí nunca se me ha dado bien (y mira que lo intento, pero me veo ridícula llorando: creo que es la falta de práctica). Gracias a la ridiculez, decido irme con Boule a dar un paseo. Yo no lo dejo suelto, porque a mí no me hace caso: a Robert tampoco, la mitad de las veces, sobre todo cuando ve una ardilla o escucha ruido: se pone nervioso. Es curioso: el Chrysler es mi edificio favorito de Nueva York y he esperado a irme, casi, para entrar en él y para verlo desde abajo. Lo mismo me pasa con la imponente Grand Central Station (y eso que pasé por allí a los pocos días de aterrizar en la ciudad). Ahora recorro el camino diario: el Liberty State Park, la sección del Canal Morris. Hay lugares que he visto una y otra vez, casi a diario, y de los que no me canso nunca. Algunos saludan a Boule. Y me preguntan dónde está Robert. Llegará ahora: hemos quedado para ir a cenar a un árabe que está en Paterson. Yo decido no volver a Manhattan, a pesar de que me queda un día entero en este lugar. Quiero caminar por Jersey, mañana, y despedirme de la gente y hablar con X mucho rato.

15 de septiembre.