miércoles, 15 de diciembre de 2010

En Paterson

Se me acaba esta vida y ayer, Elizabeth, una mujer muy interesante que me tiene que llevar de compras la próxima vez que venga, me preguntó si no podía aplazarlo, porque el domingo tienen otra ruta gastronómica. Es una costumbre de su grupo: ayer, después de dos atascos considerables por dos accidentes, llegamos a Paterson, lleno de palestinos, para que Marwan nos invitara a un buffet (cordero con yogur, arroz con piñones, babaganoush, hummus, taboulé, carne con okra y dolmas y un sinfín de cosas más). Marwan acaba de casarse con Amira, una mujer guapísima, increíblemente guapa y muy interesante. Hablamos en inglés, en español, en árabe. A veces me traducen, a veces no y cuando veo que no sigo el hilo, pido ayuda.

Esa tarde, en el coche, viendo Jersey City, decido no ir más a Nueva York. Me voy a quedar en Jersey, paseando con Boule, y en Legal Grounds, con los niños y viendo la ciudad y el perfil de Manhattan que nos saludó ayer, cuando volvíamos.

Es lindo este chaval, pienso. Ayer, cuando cambiamos de bar para ir a tomar postres (y volver a hablar en inglés y en árabe con el camarero: lo poco que sé de uno y lo menos que sé de otro), salí a fumarme un cigarro y los veía allí, hablando: observando desde fuera. a Elizabeth y a Fer, a Robert, a Marwan, a Amira apoyada en él... y le miraba hablar y reírse, dando sorbos a un café turco que luego le puso espitosísimo cuando llegó a casa. Me gusta ir con él en coche y que me vaya señalando cosas interesantes, sin hablar, para que yo me fije, porque es mucho más observador que yo y tiene ojo de fotógrafo.

-En esta ciudad-le comenté un día- siempre hay un árbol o un coche que te jode la foto.
-Eso es porque no sabes integrarlos.

15 de septiembre (aunque lo escribí el 16).