domingo, 31 de octubre de 2010

Strand

En Think Coffee también ponen un café magnífico. Adoro al New York Times por reseñarme estos lugares. Hay cuadros en las paredes, pinturas de Adriana Ehmad. Acabo de estar, por orden, en la Forbidden Planet y en la Strand. Y me he venido a tomar un café para que se me pase la impresión.



Forbidden Planet es parecida a Midtown Comics y a cualquier librería de cómics, supongo (para mí, tiene más encanto la primera, pero tampoco sabría decir por qué). Con muchísimo merchandising, además, desde figuras de Edgar Allan Poe y Charles Dickens hasta una estatua bien hermosa de Puñal. De nuevo el recuerdo de un quiosco, en Montijo, con nuestra paguita que gastar en historietas, desde el TBO hasta El Caballero Luna; de nuevo la imagen de mi madre trayéndonos un puñado de ellos cuando teníamos que quedarnos en cama, como durante mi sarampión de los tres años. Los libros que me llevaría son demasiado voluminosos, pero curioseo durante mucho rato.



Menos del que voy a pasarme en la Strand. Ya sé qué cuaderno le voy a comprar a Elías Moro: uno de esta librería grandísima y mareante (no sé ni hacia dónde mirar) en la que hay tres plantas y un sótano y en la que los empleados cogen cajas y más cajas y se toman un café mientras hojean un libro.



No cierro la boca en toda la visita. No puedo verme, pero sé que me brillan los ojos. Fotografía, arte, historia americana, historia militar, viajes, cocina, libros usados, novedades, separadores, marcapáginas con citas, bolsas, cuadernos en blanco y libros, libros, libros, libros. Tackeray en cuero, Lewis Carroll completo e ilustrado (lo cojo para llevármelo, junto a otro de Howard Zinn, dos libretas y algo más: cuando me doy cuenta del peso, devuelvo cada cosa a su sitio y pospongo la visita para cuando me vaya a ir a casa, que no es plan de ir cargando con todo eso), Omar Khayyam, Herman Melville (primera edición de Moby Dick, sin precio), Wilde, Auster (firmados), cómics, una sección de arte inmensa, otra de arquitectura no menos inmensa y la tercera planta.



La tercera planta es la de las primeras ediciones, libros para bibliófilos y publicaciones raras, como alguna del siglo catapún sobre las flores de Nueva Guinea. En la tercera planta hay un busto de Mark Twain, un par de restauradores cosiendo libros y varios Dickens a más de 400 dólares. Las obras completas, desde el Pickwick a Our Mutual Friend, cuestan 1.800. Quiero ser rica. Y quiero hacer fotos, pero me da mucha vergüenza preguntar -Roy, por favor, hazlas tú por mí-. Veo a Shakespeare, al Dr Johnson, a Lawrence (firmado), muchos libros de fotografía inmensos y, de nuevo, a más gente querida. Camino despacito y me fijo en cada título, en los lomos gastados, en los carteles que explican que ciertos libros no tienen precio y que se pregunte al dependiente, en las letras de oro y el cosido robusto que ha hecho que ahora estén ahí, al alcance de mi mano (pero no de mi bolsillo). Había visto las imágenes de Roy en el foro de Nueva York, pero jamás me imaginé que fuera tan hermosa, tan grandísima, tan caótica -con sus cajas y los dependientes de un lado a otro-, tan ordenadísima y tan calmada a la vez, porque, a pesar de la cantidad de gente que hay, que es mucha, es un sitio silencioso. Parecido a una biblioteca.

Me acuerdo muchísimo de mi hermano. Lo que disfrutaría aquí. Lo que disfrutaría yo viendo sus ojos.

Tenemos que venir juntos.

8 de septiembre.

6 comentaron:

Nodicho dijo...

Primero voy a poner la cafetera para hacerme un café.





Ya.



Me has recordado cosas de cuando estuve en Londres. Pretenecemos a esa especie cuyas visitas turísticas ineludibles están formadas por librerías... Verdaderamente disfruto muchísimo visitando las librerías siempre que voy fuera de España o fuera de mi ciudad, es casi mejor que los monumentos al uso. De algún modo tengo la sensación de que se conecta con el espíritu de la ciudad a través de sus librerías.

Besos

Los viajes que no hice dijo...

Yo visité varias. No sólo eso. También compré libros y eso que tengo un nivel de inglés francamente irrisorio. Pero no me pude resistir...

Siempre me preguntan si merece tanto la pena Nueva York: el Nueva York que yo conocí sí. Pero yo me hice una guía personalizada y a mi gusto: muy literaria. Y disfruté como una enana.

JR Álvaro González dijo...

Yo también disfruto visitando librerias, tanto que parte del viaje debe ser la búsqueda de un ejemplar del Quijote en el idioma del país visitado. Después del chasco de este año no sé si seguiré con la costumbre, todas las librerías de Vietnam y Camboya estaban llenas de Fotocopias de libros. Como lo leeis, hasta la del Aeropuerto tenía fotocopias. Ni te cuento lo que me fastidió.

Los viajes que no hice dijo...

¿Fotocopias?
Desde luego, no te quejes: has visto una librería de lo más original.

¡¡!!

Unknown dijo...

Ya tengo mi motivo supremo para ir a NY. El libro de flores de Guinea del año catapún.
Los dientes me llegan al suelo :D

Los viajes que no hice dijo...

Luis Carlos, tú irías a Nueva York sólo por la librería del International Center of Photography, te lo aseguro.