sábado, 23 de octubre de 2010

Encuentros y sonidos



Rememoro los paseos. El río Hudson lleno del oro del sol al atardecer; las mil fotos que no he hecho porque me he quedado embobada mirando; los encuentros diarios (un niño rubio acariciando a dos perros idénticos; los gritos de los pequeños en este día eterno de fiesta jugando en el parque; las caras de cansancio de la gente en el Path de vuelta a casa), los ruidos. Las voces de los amigos llamándose desde el otro lado de la calle, una mujer discutiendo con un hombre en Century 21 -sigue la búsqueda infructuosa del bolso para mi madre- porque ellas querían comprar y ellos salir a tomarse una cerveza; el claxon de los taxis en cuanto el semáforo se pone en verde; la hierba del High Line Park meciéndose con el viento; el tren pasando por las vías de Cold Spring; la voz de Robert, que cambia muchísimo del inglés al español (qué curiosa es la fonética); los ladridos de Boule, que siempre está callado salvo cuando él desaparece de su vista y se angustia; el trajín del Whole Foods Market, todos los excuse me y los I'm sorry que digo durante el día; las puertas del metro cerrándose; el crujido de las escaleras mecánicas; las charlas por el móvil (en algunos bares no se admiten: me encanta eso); los portazos y el chisporroteo de la comida en cualquier puesto callejero con una plancha encendida.

6 de septiembre