jueves, 7 de octubre de 2010

Chinatown y Little Italy

El Caffe Roma tiene más de cien años, el techo artesonado de color verde y un café riquísimo que paladeo como si me estuviera bebiendo a dios. Marco en el mapa los puntos de interés del siguiente recorrido: Chinatown y Little Italy. Ahora que pienso en los plannings de la gente del foro, no sé cómo les da tiempo a ver tantísimas cosas. Bueno, reconozco que yo no tengo mucho fondo: comer fuera de casa y andar a todas horas es realmente agotador y eso que llevo aquí sólo dos días. No he visto el puente de Brooklyn (sólo un par de torrecillas, a lo lejos) ni me he acercado al Chrysler, más que cuando me saluda, a lo lejos, entre la niebla de la ciudad, como una promesa. Y he visto el Empire sin fotografiarlo. El viernes o el sábado iré a Governor's Island y debería también pasear por Battery Park algún día. Es curioso: llevo dos días y medio en la ciudad, cojo el metro como si fuera neoyorquina y (casi) he aprendido a leer un mapa. Me encuentro con turistas, pero no son demasiados: deben de estar todos en Times Square, ese hervidero de hormiguitas y de luces. Espero que mi hermano no me llame cateta cuando le diga que es lo que menos me ha gustado de la ciudad. Su esquina más emblemática, que en los 80 era pasto de putas y drogadictos.



Colocando los adornos para San Gennaro en Little Italy, al lado de Old Sant Patrick's Cathedral.
 

Edward Mooney House.

Me quedo con los detallitos pequeños: las salamandras del Alwyn Court, el espacio de petanca en Bryant Park, los múltiples parques para esos niños a los que vivir en una gran urbe les impide ocupar las calles, las escaleras pintadas y repintadas del SoHo, el trajín de los trabajadores en los bares y colocando banderitas para la fiesta de San Gennaro al lado de la Old St Patrick's Cathedral, la mezcla de idiomas (eso sí: a mí ni dios me habla en español) y la sonrisa del dependiente de McNally Jackson Books mientras me daba a elegir la cinta que adornaría el regalo de Robert. Roja, por supuesto.




La esquina sangrienta de Doyers Street.

En este viaje camino y observo: tampoco es que yo sea muy observadora, que todo hay que decirlo, pero intento detenerme un poco en cada sitio que me gusta. Mis pies siguen sin responderme, pero ya va siendo hora de que me levante...



The Manhattan Bridge Approach.

Chinatown no me gusta, pero se me hace de noche allí buscando la esquina sangrienta, la plaza de Confucio -con su gesto adusto y solemne- y el Manhattan Bridge Approach, de Carrère y Hastings, un arco monumental que, según dicen, recuerda a la puerta de Saint-Denis en París, cosa que desconozco porque no la he visto nunca. Enfrente del antiguo edificio de la Policía, enormemente grande y ornamentado, hay un banco rojo que aprovecho. Detrás está el Onieal's, el bar de Steve y Aidan en Sexo en Nueva York. Luego me percataré de que no he visto el Puck Building por ninguna parte, pero sí otros muchos edificios hermosos de los que no sé el nombre. Eso sí: no me pierdo la Edward Mooney House, 18 Bowery Street, la casa unifamiliar más antigua de Estados Unidos y, mientras cambio y cambio de objetivo y pienso en el polvo neoyorquino que debe de estar acumulando mi cámara, me doy cuenta de que debería dedicar un día a sacar robados contra la ley de la cantidad de expresiones curiosas que he visto en Nueva York: un brazo con mil gotitas de sudor refulgente en un chaval negro que corría por Grand Street (bueno, eso es en Jersey); una mujer china cansada sentada en una puerta; un hombre con un carrito sorteando los coches, un señor mayor que me preguntó algo que yo entendí como Are you flesh?; la mirada de un niño entusiasmado ante el carrito de los helados de Ferrara Bakery.


Antiguo edificio de la Policía.

Busco West Broadway. Y, cuando no sé si tirar hacia arriba o hacia abajo, aparece el Chrysler, a lo lejos, como un faro en alta mar, indicándome el camino.

1 de septiembre.