miércoles, 30 de julio de 2008

Planes

Repaso mentalmente la lista de la compra: vino blanco, vino tinto, San Miguel, Cola-Cao, leche, ron Brugal, limón. Tomo un café con una amiga para hablar de las parejas que vemos, del respeto a uno mismo, de lo que deseamos y de las cosas a las que no estaríamos dispuestas a renunciar jamás. Descubro que tener tres días libres hace que te entre la mayor pereza del mundo cuando te toca ir a trabajar, pero que es maravilloso poder hacer planes para ir a Madrid a ver exposiciones y cenar con una mujer a la que amo y comprar un par de catálogos de Edward Steichen. Repaso, también, la lista de bares y restaurantes que conozco (los de siempre: las tascas de vino y tapas y alguno que deslumbra). Me llega una invitación de boda. Compro sábanas (no sé qué hice con unas: las lavé a 40 grados y encogieron), toallas nuevas, cojines, una alfombra de baño, un revistero, unas sandalias, polvos, máscara de pestañas, gloss, dos jaboneras. Me hago un horario: plancharé a las diez de la noche el jueves y el viernes, pondré lavadoras a la hora de comer, plancharé el siguiente jueves, el sábado limpiaré la casa, el sábado anterior iré al cine. Recupero un foro que tiene ocho años y descubro que yo era una niña entonces, pero me siguen emocionando los cuadros y los poemas. Cuento mi miedo, lo peso, lo mido y no dejo que me impida actuar. Riego mi segundo cactus. Releo correos antiguos. Llamo a una amiga para cancelar la reserva de unas entradas y reservar otras. Pienso en los temas que me importan y que no escribo nunca.


Imagen de Edward Steichen.