viernes, 4 de julio de 2008

Actitud

Yo pude ser de otra manera y una vez conocí a dos personas que eran lo que yo podría haber sido. Nunca fui consciente de mi elección. Quizá estuvo hecha de pequeños actos de defensa: una frase de un cómic, una cita de ciertos libros, un carácter desenvuelto que transmitía seguridad aunque a mí la gente, en general, me provoque un pánico terrible; el rechazo a cierto concepto de femineidad que me dura hoy y que viene de todos los lenguajes que no sé usar -el de la estética, el de la pasividad, el de la seducción-; la escritura como modo de verme desde fuera y analizarme; la manía de destruirme cada cinco días y comenzar a construirme de nuevo, antes.

Lo que me llevó a ser quien soy -y a no ser ellas dos- no fue una terapia asumida y puesta en marcha. Simplemente, yo sabía con qué trabajar. Pero hubo algo constante durante esos años (ocho, desde los trece a los veintiuno), antes del vértigo: nunca se me ocurrió luchar contra los elementos: ciertas imágenes de uno mismo -lo que querrías ser y no lo que eres- sólo pueden llevar a lo grotesco, a una percepción deformada de la realidad o a la burla de los otros. Yo siempre tuve muy claro lo que era y lo que no podría llegar a ser jamás, por mucho que me gustara la idea o por muy grande que fuera el deseo. La asunción de una realidad real y el no crearme, ni creerme, una realidad inventada, supone lo que mis amigos más cercanos llaman "un problema de actitud". Y, sin embargo, el verdadero problema de actitud para mí sería el contrario.


Ejemplifico: supongamos que mido un metro y medio y que vivo en España, sociedad en la que la media de estatura para las mujeres de mi generación es de, al menos, diez centímetros más. No se tratará de que yo me vea baja, o de que los demás lo hagan: se tratará de que soy baja. Puedo ponerme taconazos de vértigo y crear ilusiones ópticas con la ropa, pero cuando me desvista y me descalce, horror de los horrores, seguiré midiendo metro y medio. Porque resulta, señores, que hay unos cánones y unos esquemas y unas circunstancias (haber nacido en España y vivir aquí y no en África con los pigmeos) y que la actitud no te salvará de ser un retaco. Ni hará que los demás te perciban como una mujer de metro ochenta. A tener presente eso, y a ninguna otra cosa, es a lo que yo llamo ser consciente de la realidad real. Podríamos ponernos estrictos y filosóficos y decir que los cánones varían de una época a otra, que la realidad es cambiante y que la sociedad está hecha de individuos y de actos sociales y de algo que trasciende, que es lo que la costumbre, la tradición o las estadísticas han definido como correcto o mediano. Pero el resultado sería el mismo: que hoy, en España, en esta primera década del siglo XXI, soy más bien enanilla. Se puede hacer la prueba no sólo con la altura: también con la belleza -que no, señores, no es subjetiva. Ni de coña es subjetiva-, el contorno de las caderas o la talla de sujetador. Y hay pocos caminos posibles. Dos, a lo sumo. La negación -y prepárate para la burla- o la asunción de los hechos: pongámosle ser consciente de tus limitaciones.

Y la actitud, perdonen que les diga, en ciertos casos (y me refiero sobre todo a los casos en los que se suma la percepción de los demás a la tuya propia) no va a cambiar una mierda.


14 comentaron:

Regina dijo...

Me siento incapaz de responder a esta entrada. Demasiada información, se me queman los circuitos. Quizá cuando lo lea con más calma...

Eso sí, la foto me encaaaaanta. Qué cosa más mona.

Anónimo dijo...

Como siempre tu pluma es extraordinaria, pero creo que te mortificas despiadadamente y por lo que deduzco de tus escritos -aunque escribo poco, te leo siempre- eres un encanto de persona con mas complejos que la leche.
Ahora ejemplifico yo: hace muchos años fuí a trabajar a un pueblo extremeño donde no conozcía a nadie y me instalé en una pensión. En la pensión también moraba una mujer -18 o 20 años mayor que yo- que en un primer momento asustaba al miedo:creo que jamás encontré un antídoto contra la lujuria mas efectivo. Nos hicimos amigos y llegó a ser la mujer con la que yo quería joder, pero no me atreví a proponérselo; quizás me dijera que no. Todavía hoy, al cabo de muchos años, me sigo acordando de ella sexualmente y de todas las maneras, a pesar de que mi vida fue por otros derroteros. Era inteligente. La admiré como persona y hubiera sido muy feliz si hubiésemos convivido.
Creo que merecería la pena conocerte con el metro y medio, gorda y muy fea. De verdad ¿has pensado bien todo lo que has escrito?. Un beso aunque no nos conocemos. Arriero

Los viajes que no hice dijo...

Random, ¿a que sí? Es un ratoncillo lindísimo. Espero tu opinión, por el medio que sea (¡¡una llamada de teléfono!!) y cuando sea, pero la espero.

Arriero, no mido un metro y medio, soy bastante alta; la gordura se me está quitando con algo de esfuerzo y un pelín de recaídas y la historia de la mujer que me has contado me sonaba: creo que me la contaste en otra ocasión u otro lugar. El mensaje hablaba de actitudes: de una actitud u otra y sólo ponía un ejemplo. No suelo pensar lo que escribo: escribo lo que me da la gana, no corrijo, ni busco que quede bonito ni que tenga ritmo ni nada de nada: lo que sale es lo que se plasma. A lo mejor debería cuidarlo más, porque la mitad de las veces la gente no me entiende... Y algunas preguntas: ¿por qué demonios, cuando alguien asume que no es guapo, la primera reacción es decirle que tiene más complejos que la leche? Y por qué a los guapos que saben que son guapos y lo dicen no se les echa nunca en cara que también los tienen (ah, no, perdón: ellos son personas seguras de sí mismas y asertivas. Se me olvidaba el matiz). Y por qué la manía de psicoanalizar a los demás y de juzgarlos, que ya está bien...

Anónimo dijo...

Porque hago igual que tú: lo que me da la gana.

Los viajes que no hice dijo...

Eso no responde a ninguna pregunta. Y no se las hacía a ningún anónimo...

Anónimo dijo...

Discutir ahora me parece una solemne tontería. La verdad es que eres "pelín" borde y olvidas que los demás hacemoscomo tú, aunque con menos mala leche. No se psicoanaliza a nadie: se opina.

Los viajes que no hice dijo...

"Como siempre tu pluma es extraordinaria, pero creo que te mortificas despiadadamente y por lo que deduzco de tus escritos -aunque escribo poco, te leo siempre- eres un encanto de persona con mas complejos que la leche".

"La verdad es que eres "pelín" borde y olvidas que los demás hacemos como tú, aunque con menos mala leche".

Pues, para no conocerme, qué alegría de "opiniones"... A mí me suenan a juicio de valor. Será que percibo mal lo que leo.

No sé si eras tú el anónimo anterior.

Anónimo dijo...

Era. Y me sigo reafirmando en lo que dije. ¿Tú psicoanalizas a alguien cuando le llamas "maestro"?. Supongo que es tu opinión, con la que yo no coincido. A esa persona la conocemos por sitios diferentes.
Una cosa es que escribas de maravilla y otra que tengas razón.
El problema de este medio es que sebaila mucho el aguaa la dueña o dueño del cotarro.
Arriero.

Los viajes que no hice dijo...

No, por supuesto que no psicoanalizo a nadie cuando le llamo "maestro", porque sólo llamo maestro a una persona, cuya imagen de perfil es Adrien Brody vestido de Manolete, un torero. Y le llamamos "maestro" unos cuantos. Psicoanalizar es decir que alguien tiene complejos.

El problema de este medio es que uno lee cuatro mensajes y piensa que conoce a otra persona y se permite emitir juicios.

Y sí: tengo razón. Cada vez que escribes, te permites emitir juicios de valor sobre mí. Y, hombre, hasta donde yo alcanzo, no me conoces ni un poquito.

Puntos de vista y ... nada más dijo...

Cánones de belleza. Esa es la cuestión. Shakespeare se reescribiría y no hablaría del ser sino de los cánones.

Una chica guapísima tuvo un accidente y está en silla de ruedas: desparecieron los babosos que la rondaban a pesar de que sigue siendo guapísima.

Luego está el machismo, que existe. Un tío puede ser canoso e interesante, pero una tía se tiene que teñir en cuanto le salga la primera cana. Hay calvos interesantes y hasta gordos interesantes, pero la mujer tiene que seguir el patrón de Bo Derek en 10.

Lo mejor de la red es que puedes interactuar con la gente sin que te medie una puñetera imagen volátil. Así es como admiramos a gente de la que no sabemos ni su sexo, ni si miden metro y medio, están gordos o patizambos.

Hace tiempo que me di cuenta de que los seres humanos tenemos un envase que es no retornable y no reciclable, así que esperemos que el vino esté bueno y no nos paremos mucho más tiempo viendo el dibujito de la etiqueta, que ni alimenta, ni emborracha, ni da ganas de vivir. las etiquetas, con el tiempo, se estropean (todas). El vino, con el tiempo, gana o se avinagra. QUe no nos pase esto último.

Portarosa dijo...

(Sin leer los comentarios anteriores.)

Ya sabes que esta temporada yo también he escrito sobre este tema, así que sabrás en qué no coincidimos.

Tu actitud no te va a hacer más alta, desde luego; pero va a determinar, junto con otros factores, cómo te afecte a ti ser baja. Y eso, y no la estatura, es lo que más va a influir en tu vida, ¿no crees?

Otra cosa: me llaman la atención tus dos menciones a la burla de los otros, y la "confesión" de que la gente te da pánico. A mí me parece que la solución a eso también tiene que ver con tu actitud, aunque ya sé que además de efecto es causa.

Un beso.

Los viajes que no hice dijo...

Puntos de vista, como siempre, lo clavas: en lo de los babosos que ahora no se acercan a la chica guapa, en lo del machismo, en lo de los cánones de belleza y en lo de la red (que se interactúa, sí, sin las cortapisas que marca el físico aunque resulte que luego todos preguntan si tienes cámara o si tienes foto: hay una frase genial de Pura Salceda al respecto: “Claro, desde pequeñita”). Otra cosa es que todos creamos que el monte es orégano y que vamos a estar siempre igual de mullidos y de jóvenes, pero ésa es otra cuestión...

Portorosa, tu comentario, y algunos otros, me hicieron escribir un texto, largo, larguísimo, que no sé si colgaré aquí o no colgaré, pero que te puedo mandar por correo...

Sintagma in Blue dijo...

(gracias por el piropo)

Y respecto a tu texto, podríamos también decir ¿es que acaso medimos la valía de un hombre por la cantidad de centímetros de su pene?

;-)

Pura S.

Los viajes que no hice dijo...

Algunas sí que lo hacen, Sintagma, te lo digo yo. Y lo de medir la valía de una mujer por su belleza, lo hace el cien por cien de la gente que conozco.