sábado, 17 de mayo de 2008

Cosas que nunca creerán

Así se llamaba un artículo que escribí y que salió en prensa hace ocho años. En un mensaje de más abajo, escribí que no entendía por qué no se legalizan las drogas todas. Alguien me ha escrito para preguntarme qué beneficios hay en consumir drogas. Yo hablé de legalización: no de consumo. Eso, para empezar.


Con el tema de las drogas, me pasa como con el feminismo: yo no estoy para educar a nadie a estas alturas (a no ser que sean alumnos y me paguen). Ni siquiera podría decir por qué creo que hay que legalizar las drogas, además de las razones por todo el mundo sabidas (controlar las sustancias de corte, no potenciar el mercado negro, evitar el fariseísmo de querer tratar la adicción a la heroína con metadona, eludir la atracción que tiene todo lo prohibido). Sólo sé que estuve cuatro años dándome vueltas por los barrios marginales de Sevilla y al final, la convicción se transformó en una intuición poderosa.

Al fin y al cabo, hemos legalizado la droga más poderosa y más dañina de todas las que existen, y la usamos en todas nuestras celebraciones sociales, de tal manera que ninguno la considera droga o incluso la incluye en esa calificación banal y falaz de las "drogas blandas". Al fin y al cabo, la Organización Mundial de la Salud lleva veinte años (lo hizo por primera vez, creo recordar, en 1983) diciendo que muchos sufrimientos, en los hospitales, se paliarían mejor si no existieran las restricciones legales a los opiáceos. Al fin y al cabo, tenemos Estados que velan por nuestra salud (nótese la fina ironía) y prohíben consumir un producto del que sacan no pocos pingües beneficios (pero de esa hipocresía de doble moral victoriana también se podría hablar mucho) y que realizan campañas antidrogas de ésas que, en cuanto las ves, te dan ganas de ir corriendo a meterte un pico de tan infantiles, tan absurdas y tan banales que son. Al fin y al cabo, las políticas sociales brillan por su ausencia y se dedican a parchear porque el problema de la droga no es un problema de oferta y demanda -en el mercado no se mete mano nunca. Salvo cuando hay elecciones y de pronto hay mil barcos en los puertos llenos de heroína y cocaína: qué casualidad, coño: el mercado existe cada cuatro años-. Ni es problema de la necesidad que tiene alguien de una sustancia, sino la alarma que se crea cuando un tipo con el mono viene a pedir dinero a los bienpensantes y biennacidos y hasta les atracan o le dan un tirón al bolso, dónde vamos a ir a parar. Que nos lleva a la necesidad que tienen todos los gobiernos de mantener unos ciertos mínimos de inseguridad ciudadana, porque en ella -y en más- se sostiene el sistema. Y, si hablamos de los conceptos, la cosa es de risa. Entre lo de las drogas duras y drogas blandas y lo de que el drogadicto es un enfermo -viva la estigmatización, señores- y que el café, el té y el ibuprofeno que me tomo para las reglas o el whisky o la copa de vino -que ahora es un alimento- no son drogas, pare usted de contar. Por no hablar de la obsesión que tiene todo el mundo por la medicina natural y las plantitas -a ver de dónde se creen que viene la farmacopea: ¿del aire?-. Y de la falta de consenso entre las definiciones de drogas, fármacos o medicinas, que interesa sobre todo a los laboratorios. O todo lo demás. Lo legal. Lo ilegal. Y el lavado de cerebro. Y el que se hace yonki porque le atrae la figura del yonki y por ninguna otra cosa más.

Y no nos hemos metido, observen, en el tema de cultivos, destilaciones, falta de alternativas, Política Agraria Común, transportes, lucha por la legalización de un cannabis que está medianamente bien visto, campesinos, falta de tierra y legitimación del statu quo.

Que lo de las drogas es empezar y no acabar, oigan.


(Y pongo esta imagen porque la he visto tantas veces y terminé tan harta de verla...)

3 comentaron:

Regina dijo...

¡Para, para! Demasiada información. Me saturo.

No tengo ni idea de cómo debe esta sociedad encarar el problema de las dorgas. Pero ni pajolera idea.

Los viajes que no hice dijo...

Yo tampoco, la verdad...

Regina dijo...

Aunque no tenga nada que ver con esta entrada, no puedo evitar reirme al ver que en todos los comentarios que dejo hay alguna errata.

A ver si me acostumbro a quitarme las manoplas antes de escribir.

:P