martes, 11 de marzo de 2008

Antonio Gamoneda

Cierra los ojos cuando habla, pero tiene una voz hermosa y potente. Aprendió a leer con un poemario de su padre, que también se llamaba Antonio Gamoneda, y le gustaba caminar hasta que un día le atropelló un coche y ahora tiene que pararse cada quinientos metros. Me nombra dos o tres veces a uno de mis favoritos, San Juan de la Cruz, mis versos de paseo de alma plena, de extrañamiento, de lo desconocido. Me resume la historia de la poesía en tres minutos, el paso del lenguaje informativo a la lengua que busca y que encuentra hasta lo que no puede ser hallado. Y abomina de la experiencia, que ya está en internet y los periódicos, para centrarse en lo que no se sabe hasta que se descubre. En lo que no hace falta explicar. En lo que no precisa de sentido alguno.

Hay una simplicidad coherente en sus palabras. El poema dice lo que dice y no quiere decir más de lo que dice, o de lo que nos dice a quienes le leemos. Hay, también, una pasión sosegada y me lo imagino entre los bosques, como a Thoreau, a Savage o a Claudio Rodríguez, permitiendo que el silencio le traiga a uno palabras que nunca antes se habían dicho de esa manera, un paso y otro paso, el ritmo, la cadencia, el folio en blanco que se empreña, la revelación científica por sinapsis neuronal, el papel en el bolsillo por si surge la idea. Estaba sentado a mi lado y yo lo imaginaba caminando, escribiendo en un autobús o en un avión, mirando el cielo, subiéndose el cuello del abrigo, colocando un punto o una coma, buscando a su nieta en la que vive, sintiendo el frío de León en los huesos.

A veces creo que hago entrevistas -que las odio- para poder llevarme al coleto estos momentos. Para poder decir que estuve hablando, siquiera unos minutos, con Alicia Hermida, Calixto Bieito, Cecilia Figaredo, Ángel Campos, Belén Gopegui, Olvido García Valdés, Ada Salas, Tomás Segovia o Basilio Sánchez. Para llevarme el recuerdo, o la escritura, que son lo mismo, los ratos de después, lo que aprendí, lo que me hicieron descubrir o mejorar. Una pura y dura cuestión de ego, en sentido estricto. No tanto para contarlo como para sentir y buscar y arañar siquiera un poco de la sabiduría de mis interlocutores, para notar ese orgasmo que me llega cuatro de cada cinco días en los que trabajo, para darle vueltas a sus palabras, como ahora se las doy a lo que me ha contado de sí Antonio Gamoneda. Como se las daré después a lo que me digan otros.

Porque la verdad es que no sé si a alguien le interesa un mínimo de lo que hago, o si estoy dando una voz en el desierto, entre una noticia y otra, un discurso político y otro, una u otra protesta. No lo sé y me lo planteo más veces de lo que me gustaría: si esto valdrá para algo, si se podría hacer mejor o si lo haría mejor alguien que no fuera tan joven y tuviera más formación a las espaldas, o si el camino y los temas y la forma de abordarlos son los correctos y todas esas dudas, en fin, que nos asaltan a los inseguros irredentos a cada paso que damos.

Aunque luego llegan momentos como éste y me digo: qué demonios.

Con lo bien que me lo estoy pasando.

Imagenprimera de Claudio Álvarez.
De la imagen segunda desconozco el autor.

5 comentaron:

Anónimo dijo...

Me sorprendieron mucho las mezquinas palabras que sobre Ángel González dijo este hombre, pero supongo que tampoco dirán tanto sobre su calidad humana, y por supuesto, poética.

Aunque reconozco que no le veo con buenos ojos desde aquello.

Y qué suerte tener un trabajo orgásmico.

Los viajes que no hice dijo...

Yo no creo que fueran mezquinas: con frecuencia, cuando alguien se muere, se tiende a decir que toda su obra entera era magnífica y él dijo que en los últimos tiempos no le parecía tal. Pero he leído artículos de Gamoneda sobre Ángel González por ejemplo, aquí en el que hace de todo menos ponerlo mal. Y dijo algo que sí me parece real: el tema del arribismo en torno a una figura, no tanto para beber de ella como para aprovechar sus influencias y su mercado... Que tampoco sé si será cierto en este caso o no, porque tampoco es que yo siga especialmente al grupo de amigos de González (salvo a Almudena Grandes, que me entretiene mucho... excepto El corazón helado, que no hay por donde cogerlo).

Pero sí: tengo suerte de tener este trabajo, precisamente...

Francisco José Najarro Lanchazo dijo...

Tanto tiempo sin pasarme por aquí y me encuentro con esto... Enhorabuena, ya quisiera yo entrevistar a Gamoneda, y también a Luppi, cómo no. En el círculo de Ángel González se puede meter a Luis García MOntero, " conocido en el mundo entero"...

Palmiralis dijo...

No sabía que habías entrevistado a Ada Salas... me encanta esa mujer... ¿cuándo?, ¿cómo?

Los viajes que no hice dijo...

Najarro, sé quiénes forman parte del círculo de Ángel González, pero no cómo le pudieron utilizar. Si te hubieras pasado antes, hubieras podido oír las entrevistas, jiji.

Palmiralis, pues creo que fue la semana pasada o la otra. Disfruté mucho, es muy interesante (aparte de que me guste lo que cuenta y su abstracción).