viernes, 19 de octubre de 2007

Si no sabes, no lo hagas. Y no digas.

Habla pausado, se centra en una idea, las explica, las resume. Redes Cristianas invitó a Badajoz a uno de sus miembros, Juan José Tamayo, amonestado por la jerarquía de la Iglesia a la que pertenece y que intenta cambiar como puede y le deja Ratzinger, que es más bien poco, para que hablara sobre las creencias, las increencias, los movimientos religiosos y el diálogo social. Como esperaba, un lujo, un placer y enriquecedora. Lo que no había previsto es que me avergonzara tanto.

Qué mal hablamos en público.

A todos -o casi- les tiembla la voz; unos comienzan a hablar de su vida -"leo todo lo que cae en mis manos", se justificaba una: mujer, un poquito de criba nunca viene mal- y se lían en los argumentos. Otros insultan descaradamente o se ponen gallitos, usan un lenguaje tabernero o tutean descaradamente a un señor que ya no cumplirá los 60 y con el que no han comido jamás. A otros se les nota que se han dormido en medio de la charla, que han estado en otra parte o que no entienden el idioma, porque tergiversan frases y mensajes a su conveniencia. Nadie es capaz de formular una pregunta clara o de hilar tres ideas seguidas con un mínimo de coherencia, cuando no notas que les encanta oírse porque deben de pensar que sus pensamientos son originales y atrayentes.

Una pena.

Lo curioso es que, si se les pregunta, todos se considerarán más o menos cultos y jurarán ante el mismísimo diablo que son capaces de discutir sobre cualquier asunto. Enarbolan, como una verdad inmutable, que ésa es su opinión y tú tienes que respetarla por fuerza. Y, cuando les dices educadamente que ni de lejos respetas todas las opiniones -las hay asesinas, discriminatorias o directamente estúpidas- y que ni siquiera respetas el derecho a manifestarlas en según qué foros públicos, te tildan de fascistas sin tener idea de lo que significa esa palabra o te preguntan si estás en contra de la libertad de expresión.

Hay gente de todo pelaje por ahí. Ésos que te espetan que no leen -porque te lo espetan, todo ufanos- y de los que la desidia te hace callar que los consideras unos burros ignorantes. Pero, ojo, ellos han estudiado en la Universidad de la Vida -que vaya vida vacía y de mierda- y, merced a este título, se permiten el lujo de opinar de lo que no saben y de hablar "por voz de la experiencia". Desprecian a aquellos más cultos, porque dicen que lo aprendieron todo en los libros, como si ellos no te conformaran ni te construyeran, y eso se nota en todos y cada uno de los ámbitos de la vida, desde el público hasta el privado, de tal modo que la opinión de cualquier mindundi vale más que la de Kierkegaard.

Pero hay más: también están los que, en su afán de que se les considere críticos a ultranza contra todo y cualquier cosa, niegan cualquier autoridad y ponen al mismo nivel a Cervantes y Paulo Coelho o afirman, sin que les tiemble el pulso y sin que les dé vergüenza, que Ciudadano Kane y David Wark Griffith están sobrevalorados.

Decid que sí. Con dos cojones.

23 comentaron:

Anónimo dijo...

xDDDDDD ay Dios, que me meo.

Tienes más razón que una santa. Yo hace tiempo que dejé de escuchar a la gente y dejé de hablar yo. Les dejé de escuchar porque no me interesa lo que dice la mayoría de la gente. Dejé de hablar porque creo sinceramente que no me entienden. Y no por ser mejor o peor, igual es que yo no sé expresarme bien, pero siempre que digo algo contra la mayoría (que suele ser casi siempre) me meten en algún grupo tópico del que no me siento miembro. Y para eso me callo como una muerta porque luego me llaman cosas que no soy y dan por sentadas cosas falsas.

Al turrón. Que yo iba a decir que en la carrera teníamos una asignatura que nos trajo por la calle de la amargura a todos. Se llamaba Retórica. Y paso a explicar.

La daba el profesor más hueso de toda la facultad. Una verdadera bestia parda (tanto, que en la asignatura de taller de escritura nos fijaba la letra, el tamaño y los márgenes de los cuatro lados del papel de los trabajos que teníamos que entregar para que nunca nos pasáramos de las páginas que él decía). Lo que decía, que la asignatura de Retórica era una especie de maldición para aprender a hablar en público. Se estipulaba que durante el semestre tenías que hacer dos exposiciones orales delante de toda la clase para poner en práctica la teoría que el profesor daba. Recuerdo que ya desde principio de curso sabías la fecha de las dos, por lo que podías ir preparándote. Eso sí, había normas:

- La exposición duraba entre 4 minutos y medio y cinco. El profesor se sentaba atrás del todo con el reloj en la mano. Tú no podías llevar reloj ni mirarlo.
- Debías hacer gestos durante la exposición, pero si usabas transparencias pósteres o cualquier cosa no podías dar la vuelta a la cabeza para mirarlos, eso quitaba puntos.
- Se vigilaba que miraras a la gente a los ojos.
- Se vigilaba que la voz fuera alta y clara. Si hablabas para el cuello de la camisa, restaba puntos. Si no vocalizabas, restaba puntos. Si estirabas las palabras, te quedabas sin aire o hacías gallos, restaba puntos.
- La temática tenía que ser interesante. Ni muy simple ni muy compleja. Debías aplicar el conocimiento adquirido, es decir, el clímax de la exposición debía coincidir con el punto más interesante del texto. Si tus compañeros de clase hablaban o perdían atención, restaba puntos. Si el ritmo era muy lento o muy rápido, restaba puntos.
- Únicamente se podía sacar un papel con un esquema del tamaño de medio folio o 10 tarjetas de cartulina (más o menos). Yo solía llevarlas con el tiempo ya cronometrado apuntado arriba a la izquierda. Mientras hablabas veías a tus compañeros pero también al profesor, allí, en la última mesa, con el reloj en la mano y apuntando cosas en un papel a medida que seguías hablando.
- Y luego estaba la mejor parte. Una vez terminada la exposición, tú te sentabas en tu sitio y tenías prohibido hablar. Porque era el turno de tus 80 compañeros de clase. Podían decirte lo que quisieran, decirte lo que habías hecho bien o mal, si había sido una mierda o te había temblado la voz. Y tú no podías defenderte, prohibido hablar. eran libres de despellejarte pero tú con la boca cerrada y sin poder rebatirles nada.
- Para más inri, si con esas dos presentaciones no conseguías una nota muy buena (como para librarse del examen) tenías que hacer una tercera, esta vez delante de unas 150 personas que justo justo conocías porque eran de otra carrera. Si hacías bien también esa exposición aún quedaba el examen teórico para demostrar que sabías los conceptos básicos de la retórica y de cómo hablar en público.

Así que sí, la mayoría de la gente no tiene ni pajolera idea de lo que es hablar en público y ni siquiera sabe hacerlo.

Anónimo dijo...

La expresión oral está por los suelos. Uno puede acabar varias carreras sin haber pasado por una exposición oral de conocimientos. ASí se explica que el 90% de los conferenciantes, desde Historia a Biología, desde Filosofía a Literatura, sean una AUTÉNTICA CASTAÑA. Aunqeu me parece que algunas cosas de ese profesor de Retórica se podrían descutir (metodológicamente) haría falta un poco más de formación en oratoria. Cada vez que la tele hace entrevistas por la calle se me caen los palos del sombrajo. Cualquier niño colombiano o mexicano se expresa mejor que millares de nuestros adolescentes que no pasan de " o sea", "bueno" y empiezan las frases por "es que" o "es lo que"

Anónimo dijo...

Pues yo tuvo la suerte de tener a dos profesores de Retórica bastante mejores. En lko que has dicho, todo era igual, de puntuación digo, sólo que, en vez de ser una exposición, era un debate, uno contra uno, al principio de curso nos daban un tema y debíamos atacar ese tema (la argumentación era una de las cosas que más puntuaba, tres falacias y te ibas fuera) durante unos cinco segundos, y el otro defendía durante otros cinco (había que exponer los argumentos preparados, a la vez que se buscaban puntos débiles en las argumentaciones del contrario) y, después, otros cinco minutos en los que se cambiaban los papeles, el otro atacaba ahora y tú defendías, sin poder repetir los argumentos ya dichos (a menos que fuera para precisarlos o ampliarlos). Lo más gracioso es que, como era Retórica y Poética clásicas, la "actio" era un cachondeo, sólo nos faltaban las togas.

Sobre o que dice, puntos de vista, no le quito ni un ápice de razón, pero también es verdad que ese problema ya ha sido planteado y se están tomando medidas para resolverlo, al menos en lo que concierne a primaria y, por lo que he visto, en Andalucía, Extremadura y Galicia, se proponen debates a todos los niveles y hay bastantes diseños curriculares para desarrollar la expresión oral... A ver si es verdad y en unas cuantas generaciones se solventa el problema porque, la verdad es que da vergüenza escuchar a un campesino de Buenos Aires o de cualquier región hispano hablante, y compararlo con cualquier estudiante de estos que tenemos por aquí. Ni punto de comparación.

Anónimo dijo...

Hablo fatal en público al tratar de formular una cuestión a una persona cuya única relación en mi vida será esa pregunta, pregunta que quiero hacer, que quiero que escuche, que quiero que responda.

Me puede la verdad de que te juzgarán, como haces tú, con una sola frase que has reconstruido mil veces en tu cabeza. Y si esa pregunta la planteas a una persona cuyo trabajo admiras y valoras, todo se multiplica por mil. Un aplauso para esas personas, con más o menos razón, que se tragan sus diablos, se levanta y -aún con una voz que tirita- creen preguntar lo que quieren que se les resuelva.

Anónimo dijo...

punto de vista y antonio: no digo que la asignatura fuera perfecta. De hecho ni siquiera sé mucho de teoría de Retórica y expresión oral. He descrito cómo era simplemente porque el tema de la entrada lo requería. Yo también habría quitado algunas cosa y puesto otras, la asignatura resultaba más una cárcel que un aprendizaja, pero esa lo que tocaba. Debatoes hacíamos en la mitad de asignaturas de la carrera, así que me doy por satisfecha xDD.

Anónimo dijo...

Unaexcusa, hija mía, no estoy nada de acuerdo contigo. La voz está para eso, para hablar. Y hay que ser tolerante con todo el ´mundo,. Todos tenemos derecho y la libertad de opinar sobre lo que nos dé la real gana, tenga o no razón o sea más o menos burrada. Estamos en un país libre, donde gracias a... (a Dios no, desde luego)a quien sea, hay gente plural de aquí y de allí, que nadie es mejor que nadie por leer o no leer o por estudiar y no estudiar.

Ayer estuve en un coloquio en Plasencia con Benito Zambrano, y la gente le preguntó lo que quiso de una manera humilde, gente corriente, no puretas entendidos en el séptimo arte, y él, como gente humilde que es también(ganador de unos cuantos Goyas, premios de Berlín, etc, etc...) contestó. Fue un coloquio de dos horas, escepcional.
La escuela de la vida como tú dices, nos enseña más de lo que tú crees, aprende a ver lo que hay dentro de las personas, a escucharlas que tienen mucho que decir. Te recomiendo, "Solas" y "Habana Blues" de Benito Zambrano, dos joyas reconocidas de nuestro cine, escritas y dirigidas por un hijo de jornaleros y trabajodores del campo.

Tú aquí has plasmado tu opinión, yo te dejo la mía.

Un abrazo.

Anónimo dijo...

A la escuela de la calle no le hacen sombra los libros. Amén

Anónimo dijo...

Creo (que me corrija si me equivoco) que UnaExcuso no decía que la escuela de la vida o de la calle no enseña nada, sino que los libros enseñan de otras. Creo que ella se refería a la gente que menosprecia a los "culturetas" (no me gusta nada esa palabra) argumentando que no se puede aprender nada valioso en los libros y que las hostias de la vida son verdaderamente las que enseñan. Como suele decir mi madre, "la ignorancia es la madre del atrevimiento" y da la casualidad de que ese tipo de gente que confía tanto en la vida y desconfía tanto en los libros y en quiens los leen son los que osan decir tonterías del tamaño de edificios neoyorkinos. Cada elemento enseña cosas diferentes y, desde luego, para decir si David W. Griffith o Ciudadano Kane están sobrevaloradas no creo que la escuela de la vida enseñe mucho.

Lo siento, lo que no se puede pretender (salvo muy honrosas excepciones) es que alguien que tiene las letras justas se permita criticar a grandes escritores o ir dicéndole a otra gente lo que tiene que leer "porque es muy bueno" (luego así venden las ferias del libro, todo mierda). Y, lo siento, yo me paso por el Arco del Triunfo las recomendaciones literarias de la mayoría de la gente que conozco, incluso mis amigos o familiares iletradillos.

Anónimo dijo...

Es mucho más elegante un silencio a tiempo que una chorrada a destiempo...

Yo creo que unaexcusa no se refiere a gente que pregunta humildemente desde la "universidad de la vida", más que nada porque en su humildad ya se observa que han aprobado con cierta nota. En vez de a ésos, se refiere a aquéllos que amparándose en esa "universidad" arramblan con todo lo que pillan e ignoran las opiniones que no coinciden con las suyas propias... Suspenso (y evidente) en la "uni de la vida". En ese caso...

Anónimo dijo...

Pero vamos a ver, que a mí Unaexcusa me cae muy bien, y hablamos mucho, y tenemos muchas cosas en común. Pero creo que le he entendido perfectamente, aunque siempre agradezco vuestro interés y opiniones.

Simplemente no estoy de acuerdo con algunos de los puntos de su entrada y creo que, como es un blog público y tengo confianza con ella, se lo puedo decir.

A mi personalmente, no me gustó Ciudadano Kane, y lo digo y me quedo tan pancha. Y respeto a todos aquellos que les parece una obra maestra, pero a mí, no me gustó. Igual que ella opina libremente sobre Caótica Ana diciendo que es un rayada, es su opinión y yo la respeto. Pues vosotros respetar le mía.

Ni ella es menos culta porque no le guste Médem, ni yo porque no me guste Ciudadano Kane. Son gustos cinematográficoa distintos y repito, respetables.

Un besote.

Anónimo dijo...

Patricia, nadie te ha dicho que no entiendas a UnaExcusa, creo que todos hemos visto que das tu opinión. Es sólo que creo que en el texto ella no hablaba de esos humildes que fueron humildemente a oir al humilde de Zambrano ;)

Anónimo dijo...

Recuerdo una situación parecida en la que alguien estaba cargando contra los ingenieros por ser unos incultos (en el aspecto literario y artístico) hasta que ya se me hincharon un poco las narices y puse los puntos sobre las íes.

La universidad de la vida enseña muchas cosas, pero no todas y además eso no significa que todo el que pasa por la vida las haya asimilado correctamente. Si hubiera exámenes, seguramente muchos suspenderían.

En cuanto a la otra universidad, pues lo mismo, pero los suspensos son muy, pero que muy reales.

Un saludo y enhorabuena por el blog y el debate suscitado.

Anónimo dijo...

Ayer, antes del coloquio con Zambrano, este "Humilde" hombre, dio una rueda de prensa improvisada a los medios de comunicación locales y regionales.

Un ade las periodista hizo un apunte: "usted ha trabajado tanto con actores desconocidos como con actores conocidos, como María Galiana..."

Es de cajón que esta muchacha no estaba muy bien documentada porque María Galiana cuando hizo "solas", era completamente desconida, y estaba dando clases de Historia del arte en un instituto.

Pero, ¿quién soy yo para juzgarla y decir si es humilde o no?

De su desafortunado apunte, prosiguió la pregunta: "¿prefiere trabajar con actores conocidos o desconocidos?" vino una exléndida contestación sobre lo mucho que pueden llegar a dar actores sin "nombre", lo mucho se puede aprender de ellos, y que a pesar de no haber apostado por ellos en un primer momento (por posibles prejuicios), al final el resultado fui inmejorable.(y siguió con sus palabras y nos embaucó...)

Si esa pregunta "desafortunada" no se hubiera producido, no se hubiera producido una respuesta tan pesonal sobre su forma de seleccionar a los acyores de sus películas.

Con esto quiero decir, que porque alguien diga alguna vez una burrada, no se pueden poner las orejas de burro, nadie es quien para juzgar y decirle al otro que no haga algo o no diga algo.

De todo se aprende, en mayor o menor medida. Todo lo que nos rodea nos empapa y crea en nosotros opinión.

Creo que los que no me habéis entendido, sois vosotros.

Anónimo dijo...

Yo sí te entendí eso, patricia, y me pareció que tenías mucha razón al decir que todo el mundo tiene derecho a hablar. Básicamente, opino igual y nunca le diría a nadie que no hablara de algo, aunque lo desconociera. Lo que no aguanto es la prepotencia, la soberbia y el sabelotodismo (si es que existe el palabro). Vuelvo a repetir la frase: "la ignorancia es la madre del atrevimiento".

Dejé por ahí una vez un dicho pero no recuerdo en qué entrada. Más o menos porngo uno parecido ahora:

El que no sabe y no sabe que no sabe es un necio.

El que no sabe y sabe que no sabe es hombre sencillo.

El que sabe y sabe que sabe es un sabio.

Más o menos con eso se resume mi punto de vista.

Anónimo dijo...

Disculpen, ¿alguien me puede decir qué es exactamente la "escuela de la vida"? ¿Hay plazo de matriculación? ¿Puedo convalidar algunos créditos gracias a los conocimientos adquiridos en los libros? ¿se puede decir de alguien que no ha pisado la escuela de la vida que no ha vivido?
¿qué significa que los libros no le hacen sombra a la escuela de la calle/vida? ¿se aprende más de las drogas, por ejemplo, tomándolas repetidamente que leyendo repetidamente a Escohotado? Si de verdad se aprende más en la escuela de la vida ¿por qué todos los intelectuales del mundo no dejan sus estudios y sus lecturas y se van a la calle? ¿No uedo aprender lo que haya experimentado otro en su "escuela de la vida" tan sólo porque lo ha plasmado en un libro y por tanto no sería una experiencia propia?
Y lo más importante ¿a qué huelen las nubes?

Anónimo dijo...

Huelen a algodón de azúcar: comprobado xDD
Muy buenas preguntas, antonio. Tú siempre tan en el momento :)

Anónimo dijo...

1. Nadie nace sabiendo todo.
2. Nadie consigue saberlo todo.
3. Mientras vivimos, aprendemos: Unos a hacer caminos-canales-puertos; otros el nombre de los reyes Godos, otros a hacer paredes con ladrillos y otros a meterse en las venas porquerías. Unas cosas son edificantes para los demás, otras son destructivas para todos y otras sólo sirven para ensanchar esa cosa que llaman erudicción.

4. Para aprender hay que equivocarse. Yo que enseño idiomas sé que nadie pronuncia los fonemas de otra lengua con corrección a la primera. Y que hay que perder el miedo al ridículo y no temer a las equivocaciones.

PERO.

No olvidemos otra máxima:
Manolete, si no sabes torear, "pa" que te metes.

En el proceso de aprendizaje se disculpa TODO. Tras el proceso no hay disculpas. Así que si has aceptado un cargo y te toca decir unas palabras HAZLO Y HAZLO BIEN.

Y si no sabes te vuelves al Kiosko a vender pipas, que es un trabajo tan digno como el de Director de Instituto.

5. Insisto. A aprender a hablar en público se aprende como a conducir, a nadar, a cocinar, etc

Anónimo dijo...

A ver, contesto por partes porque no me imaginaba que se iba a hablar tanto de lo que he querido decir sin que yo haya explicado lo que he querido decir.

Sagutxo, joder con tu profesor. Sin reloj, entre cuatro y medio o cinco minutos... Es que yo no lo calculo (lo mío ha de durar entre minuto, minuto y medio) cuando hablo en directo...

Puntos de vista, ciertamente. Yo dudo de saber hablar en público. Pero, por esa misma razón, no lo hago. Y, cuando lo he hecho, he pensado y repensado, frase por frase, lo que iba a decir antes de hablar. Que me parece que es lo mínimo que se despacha: si vas a una charla, lleva papel y boli, apunta, escucha, decide y mira por dónde van los tiros y qué es lo más importante que puedes preguntar.

Antonio, pues sí. La expresión oral debe cuidarse. Y si hablamos ya de la expresión escrita... Yo no digo que hayas de ser un genio escribiendo. Pero, al menos, saber usar los puntos y las comas.

Iván, no niego la vergüenza y el pudor que supone hablar en público. Ni el mérito (has de tragarte los miedos, etc.). Lo que no me parece normal es que, para hacer una pregunta, hables tú un cuarto de hora porque quieres hacer "una reflexión". Un cuarto de hora en el que te presentas, cuentas un poco de tu vida (ni te imaginas la de cosas que escuché: menos de divorcios, se habló de todo), reflexionas (ejem) y luego haces diez o doce preguntas seguidas, una cada cinco minutos, y todas comienzan con la frase: "Y mi pregunta es...". Desesperante. A alguno tenía ganas de cogerlos del cuello y gritarles: "¡Dila! ¡Dila!"

Patricia, disiento. Tolerar es aguantar lo que no te gusta y yo no estoy como para aguantar nada a estas alturas de mi vida, que no tengo edad ni salud. No tengo por qué tolerar que un tío me diga que su opinión es que a los negros hay que matarlos o que las mujeres deben estar en la cocina y yo tengo que respetar esa opinión porque es su opinión y tiene derecho a expresarla y es respetable y es su opinión y yo tengo que... Me niego rotundamente. Lo de que nadie es mejor que nadie por leer o no leer o estudiar o no estudiar, pues también depende. Yo no pongo a todo el mundo al mismo nivel. Me enriquezco más hablando contigo que con un tío que sólo piensa en meterse coca y en bailar techno por las noches. ¿Eres mejor tú o el de la coca? Pues hombre, para mí la respuesta está muy clara.

Obviamente, no abomino de la gente humilde, o sin estudios o con pocos, que pregunta como puede. Abomino de los que, para preguntar, carecen de la más absoluta educación no sólo con quien pretende que les responda, sino con quienes les escuchan al mismo tiempo. Para preguntar algo no hace falta contar tu vida, no hace falta tutear a un señor que ha dejado de ser joven hace mucho tiempo, ni decirle "tío", ni -frase textual- "hombre, macho, es que a ver si aprendes a leé entre... que lo contrario, que digo yo, que si vas así, que aquí tol mundo eh mu cafre y mu hijoputa y yo no sé a qué gente conoceh tú, pero es que no te enterah". Porque yo escucho eso en una charla, en el apartado de ruegos y preguntas o de intervención abierta o como lo quieran llamar, y me muero de la vergüenza ajena y pienso que de qué corrala han sacado a semejante tío (él, sí).

Lo de la escuela de vida... He oído muchas, muchísimas veces esa expresión. La contraponen, todos, a las bibliotecas y los libros. Y yo no acabo de entenderlo. Porque mi vida son todos los actos: son los cafés que tomo, las tardes de compras con los amigos, los libros que leo desde que tenía tres años. Vivo leyendo. Como vivo yendo al cine, trabajando, tomándome el desayuno con mis compañeros por la mañana o saliendo de juerga una noche. Cuando alguien dice que se aprende "viviendo", se refiere siempre a que se aprende sin leer. Nada, nunca, jamás. Y a mí, sí, una vida sin libros me parece una vida vacía y de mierda. A mí. A otros no. Que con su pan se lo coman.

Y no hablo de formación académica. Una de las personas más cultas que conozco dejó de estudiar con doce años y es casi el único individuo (si exceptúo a mi amiga Nerea) con el que yo me marco charlas literarias hasta las cuatro de la mañana. Y una de las personas más inteligentes e intuitivas que conozco dejó de estudiar con siete años y de cultura, cero patatero. Y, obviamente, el que no tenga cultura, que no la tiene, no me hace dejar de ver que es una de las personas más inteligentes e intuitivas que conozco y, muchas veces, la única que entiende mis planteamientos vitales de todos mis amigos (y los expresa, para explicárselos a los demás, más a la pata la llana que yo).

Iván, conozco la frase, jeje. Pero digo lo de antes: depende qué vida. Y qué libros.

Sagutxo, eso era precisamente lo que quería decir. Y aún más: que el gusto se educa y, si no lo tienes educado, no intentes convencerme de que el Don Simón es mejor que el Cune.

Hatt, también de acuerdo. (Cómo me va conociendo la gente, Diso).

Patricia, de gustos ya hemos hablado. Habrá verdaderas obras maestras que a mí me parezcan infumables (eso sí, puedo reconocer que son obras maestras). Por ejemplo, que siempre pongo este ejemplo. Yo lo he intentado con Víctor Hugo. Lo he intentado de verdad. Me parece un auténtico coñazo. Me leo 300 páginas de un libro suyo con esfuerzo y lo dejo. A algunos les parecerá una aberración que a mí me guste más Louise Cooper que Víctor Hugo. Pero "me gusta" más. ¿Es mejor Cooper que Hugo? Ni de coña.

Antonio, de acuerdo con tus preguntas (que yo también me hago) y no te imaginas la burrada que se me ha ocurrido con la de "¿a qué huelen las nubes?".

Puntos de vista, si a mí lo que me pone de los nervios es el que no sabe, pero piensa que sabe (y que encima tienes que respetarle en su magna ignorancia y tomar sus palabras como si las hubiera dicho la máxima autoridad del mundo). Me quedo con lo de Manolete... Que era, básicamente, lo que yo quería decir.

Anónimo dijo...

"Yo no digo que hayas de ser un genio escribiendo. Pero, al menos, saber usar los puntos y las comas."

¿Por qué, no entendiste el mensaje?

Anónimo dijo...

Yo creo que, cuando alguien da una charla, en contrapartida, debe admitir las preguntas o las interpelaciones que se realicen, con educación, por parte del auditorio.

Pero me molesta sobremanera que entre el público surja alguien que monopolice el coloquio, y se empeñe en repetir siempre lo mismo (normalmente, algo que no tiene que ver con el tema de la conferencia) como si os demás fuéramos tontos. Los "don erre que erre", tozudos, cabezones, que muchas veces no dicen más que obviedades.

En cuando a los conocimientos que se adquieren en libros o en actividades de tipo intelectual, y los que se adquieren por el mero hecho de haber vivido, pues creo que no tendrían por qué entrar en conflicto. Y que depende del tema que se discuta, claro. Si yo voy a una conferencia que da un experto sobre física cuántica, o sobre el barroco italiano, pues no tiene mucho sentido que nadie se plantee que sabe más que los estudiosos, porque la escuela de la vida le ha enseñado más. Pero si yo voy a una conferencia sobre sexualidad femenina, y me dicen cómo es mi orgasmo o mi an-orgasmo, pues estoy perfectamente capacitada para opinar, si dispongo de un vocabulario mínimo para hacerlo (que se suele disponer) y tengo la presencia de ánimo suficiente para hablar en público.

Luego está "la enmienda a la totalidad". Si viene un tío a decir que la guerra de Irak ha sido una maravilla, porque patatín y patatán, pues comprendo que haya gente que se dedique a decir "eso no es así, eso es mentira". Si en una conferencia sobre la discriminación de la mujer, llega un sociólogo de pro y pregunta "¿usted tiene clítoris?", como el que da un bofetón y llama a-normal a la conferenciante, me parece un impresentable, e igual de ridículo que si en una charla sobre los efectos del tabaco le preguntaran al ponente "¿Usted tiene pulmones?".

Otra cosa son los "reventadores" o los "boicoteadores".

Pero, volviendo al principio, sí que es cierto que hay una especie de culto hacia "el buen salvaje", y desconfianza hacia la erudición. Viene a decirse: Tú lo has aprendido estudiando y por eso eres sospechoso de "pensar", y de tus preguntas y respuestas sólo pueden venir problemas y complicaciones. Lo mejor es que todo quede como está, que más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer.

A mí, alguien me dijo en DXC, más o menos, que, puesto que él escribía sólo con dos dedos, y no estaba tan "preparado" (lagarto, lagarto) ni se había "estudiado" tan bien la Constitución, sus opiniones sobre la libertad de expresión eran menos tendenciosas que las mías.

En cuanto a hablar en público, para mí siempre ha sido una aventura. No he tenido preparación para hacerlo (ni retórica, ni host.., sólo "la escuela de la vida" xDD) y, si surge, lo hago a pelo. Pero, alguna vez (no siempre, afortunadamente) cuando menos me lo espero, sí que me ha temblado un poco la voz y se me ha puesto el corazón a mil por hora. :) Afortunadamente, unos segundos después, sin saber cómo, vuelve la calma.


Tuppence

P.D.

Me he enrollado, pero en mí es casi inevitable. Sorry, Sarm.

Anónimo dijo...

No, Antonio: me refería a que tú decías que la expresión oral estaba más cuidada. Y yo lo enlacé: "y la escrita, no digamos". Que también está mal cuidada, que para escribir bien no hace falta ser un genio, pero al menos sí saber utilizar los puntos y las comas.

Tupp: me encanta que te enrolles. Y que expongas tan claro, como siempre, lo que yo quería decir.

Anónimo dijo...

Hay mucho caradura en esto de hablar en público, en las conferencias. La gente le echa un morro impresionante. Vienen a charlas literarias con la siesta recién dormida y sin nada preparado porque, según ellos están "abiertos" a un debate. Que es lo que dicen siempre los que no saben qué decir. Me parece una falta de respeto enorme.

Anónimo dijo...

Suntzu, eso también pasa. Que el conferenciante no se haya preparado mínimamente el tema que va a tratar y lo deje todo a la improvisación.