jueves, 26 de julio de 2007

Pau Miró

Al final harás lo que sabes hacer y escribirás lo que te pida el cuerpo, porque no podrás ser de otra manera. ¿Cómo se disocia? ¿Es el propio gusto garantía de bondad? ¿Qué es lo que logra que un diálogo, la construcción de unos personajes, lo que se quiere decir y la forma en que se dice te peguen un puñetazo en el cráneo, una patada en el estómago, te revuelvan el resto de las vísceras? ¿Cómo se pierde el miedo a que lo que eres, o la honestidad de tu trabajo, o la pasión que te suscitan las palabras, pueda someterse al juicio de una masa informe en la que la individualidad se ha diluido? ¿De qué forma se deshace el nudo de la primera vez?


Hay una necesidad en todo esto. Una necesidad estética, una necesidad de comunicación, una de reconocimiento, una de llegar a creérselo de veras. A creerse que tienes algo que decir y a saber la mejor manera de decirlo. Con lo que queda por leer, lo que resta por vivir, las limitaciones externas o la incertidumbre que provoca no saber para quién escribes.

¿Tú has llegado a eso?, me preguntaste. Sí, claro. Porque yo no podría dejar de hacerlo. Porque no he podido en los tiempos en que nadie me leía. Porque nunca he pretendido que nadie me leyera. Porque cuando comenzó a ocurrir, y me paraban por la calle para decirme que era un honor leerme, yo tenía 24 años y seguía dándome la misma vergüenza que ahora que me vieran desnuda. Porque me fui a una ciudad extraña en la que un hombre que me doblaba la edad y me besaba en la boca, me vaticinó que de mí se iba a hablar siempre y que siempre habría de darme igual. Por todo eso lo conseguí, o nació conmigo...

Pero tú actúas, y diriges, y escribes teatro, y publicas, y al final te sientas en el banquillo, delante de todos. También delante de los que escriben desde la barrera sin conocer el oficio, sin vocación, y sin haber abierto un libro en su puta vida. Qué más da, entonces. Si al final, al final de todo, aunque llegaras a dedicarte a otra cosa, seguirías haciendo lo único que sabes hacer.

La imagen es de Brígido, salió publicada en el diario HOY, y Pau Miró es el primero por la izquierda.