miércoles, 13 de junio de 2007

Parece que aún fue ayer

Su casa fue, durante años, mi refugio favorito, café y cartas contra las tormentas, una bata gris, un gato fiel y cariñoso, Carmelo y yo abrazados mientras Josemari nos leía un poema de David en la cocina, charlas de Historia, revoluciones varias, muchos libros, spaguetti y vino dulce, cerveza, fútbol y un colchón o un sofá en el que quedarse. Tiempo después, mucho tiempo después de que acabara todo eso, me detuve allí, calle Orden de Malta número 7, un día de lluvia que me puse a caminar sin rumbo por Sevilla, porque al final son los pies los que manejan ciertos recuerdos, y vi luz en las ventanas y regresé para escribirlo.

Más tarde, bastante más tarde, hicimos un viaje de siete horas para ir a un pueblo de Alicante, meternos en una iglesia y escuchar la Misa de boda más hermosa de cuantas he oído. Su padre nos reservó los primeros asientos, a los amigos, hubo fuegos artificiales y tracas, salieron del templo al compás del himno del Barça, nos emborrachamos como cubas en los entrantes y cantamos, como siempre, Te doy una canción y Yo me quedo en Sevilla. Ese día lloré a Dani lo que no pude llorarle cuando murió: le lloré en las ofrendas de la Eucaristía, mientras el padre de Carmelo me miraba, y le lloré cuando cortaron la tarta, abrazada a Julia, porque esa boda tuvo una ausencia por encima de todas las ausencias y porque recuerdo como ayer la cara, las expresiones y las palabras de ese tipo guapo, guapísimo, cariñoso y contundente, que me guió despacito porque me hizo confiar en su criterio como en el de nadie después. Si lo dice el Dani, es cierto. Si el Dani lo dice, tiene razón. Porque el Dani no dice nunca nada gratuito.


Ella también había llegado antes, porque era amiga de Karmen desde hacía quince años, con su dulzura, sus ojos brillantes, su entusiasmo, su generosidad, su compromiso y su entrega. Llegó con la risa, porque Mary es aire fresco, y al final acabo contándole a ella lo que no le cuento a él y viceversa. Llevan juntos desde hace ya ni sé, pero estuvimos en el principio y seguimos estando a trompicones, Almería, Sevilla, Badajoz, como podemos.


Ahora ella camina con un cuerpo cambiado que son dos cuerpos, una barriga que veré en fotos y ninguna molestia de más. Él se pregunta si serán capaces, o cómo serán capaces. Y yo todavía no me lo creo, y llamo a Maricarmen para comentarlo. Para compartir la alegría y el vértigo.


Han pasado trece años y parece que aún fue ayer...

12 comentaron:

Anónimo dijo...

Se me han pasado por la cabeza muchas cosas que ponerte y al final no pondré nada, vaya soso que estoy hecho. Un beso. Me ha gustado.

Anónimo dijo...

Qué entrada más bonita. A mí me ha pasado varias veces con los verdaderos amigos. Los años pasan, pero cuando te reencuentras con alguien al que hace años que no ves y con el que tuviste una gran amistad, parece que no han pasado, todo vuelve a ser como antes.

;)

Anónimo dijo...

¿Tú echas de menos Sevilla y la adolescencia/juventud o es que a mí me lo parece?

Haz como yo, dedícate a dar clases (y vete a Sevilla a hacerlo) y sé una adolescente perpetua.

Un abrazo

Anónimo dijo...

Echo de menos, a veces mucho, a mis amigos: que estamos cada uno en una punta, coño. Y tardo mucho en verlos.
Porque también los echo de menos cuando estoy en Sevilla y ellos no están: por ejemplo, Carmelo y Mary pocas veces están en Sevilla...

Anónimo dijo...

Mi comentario era claramente de broma y es que estaba escuchando Fila india, mientras lo escribía.

En este comentario: https://www.blogger.com/comment.g?blogID=30778391&postID=1159785288123580

en el blog de suntzu se explica la razón (de lo de Fila india, me refiero).

Anónimo dijo...

A mí lo que me parece es increíble. Dios, es verdad que el tiempo pasa y yo no me doy cuenta, y estáis todos lejos, o, quizás, soy yo siempre la que está lejos, y no os veo a todos, y vivís mucho y sólo lo comparto en la distancia, y crecéis mucho y maduráis,y yo parezco quedarme en ese pequeño rincón en el que ya no miro al pasado, pero no me creo que estoy en este presente.
Estoy feliz por ellos dos, feliz feliz de verdad.

Anónimo dijo...

¿Y qué me dices de mí? Sin trabajo estable, sin pareja, sin la más mínima pizca de instinto maternal, sin casa propia (comprada o de alquiler, que tanto da: un espacio mío, digo) y sin todas esas cosas que se supone que te dan "estabilidad" y te hacen pensar que tienes "la vida hecha"...

El problema es este desasosiego cabreante que te hace pensar que no creces...

Anónimo dijo...

El instinto maternal no existe como tal, llámalo por su nombre (educación-alienación para ser cuidadora de hombres y bebés), lo demás son espejismos que afectan tanto como les dejes.

Anónimo dijo...

"y te hacen pensar que tienes la vida hecha"

Arwen y yo debatíamos acerca de este concepto. ¡Qué miedito qué da! Realmente (mira, hacia tiempo que no escribía o decía esta palabra, seguro que Celia, otra Celia está pensando en mí ahora) espero no pensar nunca eso.

Perdón por el paréntesis digresivo.

Anónimo dijo...

¡Uffff! "Vida hecha". Joder, ayer en casa de Montse... (uy, esto da para otra entrada).El caso es que no sé por qué, mi lado racional me dice que cada uno tiene su vida, la vive como puede y que cada una es distinta. Yo estoy contenta con la mía y, sin embargo, no puedo dejar de desear ciertas cosas que veo en las vidas de otros y sé que nunca formarán parte de mi vida.
Y créeme: un piso no te da una vida: te da una hipoteca. Un novio no te da una vida: te da una pareja (con sus alegrías y sus penas). Caray, veo que me voy a enrollar. Mañana actualizo que me voy a la cama.
Besos.

Anónimo dijo...

Me ha gustado mucho este post...es muy entrañable. Yo brindo por los amigos que siempre permanecen. Los que se van, porque quieren, porque ponen mil excusas, porque son unos cobardicas...pues que les den...

Anónimo dijo...

Gracias, Lola...