viernes, 1 de junio de 2007

Hablar, o no hablar, de según qué

Cuando tenía 17 años, me copiaba párrafos enteros de libros de Cioran, de Kandinsky o de Van Gogh. Les daba vueltas, los criticaba, pedía opiniones, me pintaba dibujos sobre poemas de Benedetti y nombraba a algunos clásicos como si fueran viejos amigos. Salvo escribiendo, no la he escuchado nunca hablar de libros. Ella a mí tampoco, nos basta con pasear por la Cuesta Moyano y señalar títulos y coger alguno entre las manos y buscar a Cocteau sin resultado (¡hey! ¡esto es un blog! ¿alguien puede venderme Opio?), comprar El Don Apacible, marearnos y beber vino y leernos poemas. Es casi la única persona que conoce la relación que mantengo con libros y escritura. A los demás no podría. No puedo explicárselo, ni explicarme, ni contar lo íntimo de mis recuerdos literarios sin perder el discurso y sentirme imbécil. Y total, me digo, para qué los vas a contar. Para qué si hay quien juzga tus lecturas, y lo que tú eres, sólo por los tres, cuatro autores que hayas podido nombrar de pasada, porque son tostones, porque venden mucho, porque murieron hace siglos, porque son traducidos o porque escriben literatura fantástica o de aventuras. No estoy para esos trotes: no tengo edad, ni salud. Por eso lo evito. Debería hacer como ella: callar y luego contármelo, contárselo. El otro día me preguntaron cómo había comenzado a leer. Eso forma parte de la historia familiar, porque mi primer recuerdo literario no es mío y no lo cuento. ¿Qué podría decir? ¿Qué, de lo que siguió después, de lo que sigue todavía? Y, sobre todo... ¿para qué? ¿qué ganan los demás?

4 comentaron:

Anónimo dijo...

Pues a mí me gusta que me hables de tus libros, de tus lecturas y de tus pareceres. Porque aprendo y nunca juzgo.

Anónimo dijo...

Ya te vale, libros traducidos, libros de género, autores muertos... Si no fuera fan de la saga de Harry Potter, si no me encantara Herrmann Hesse (y no sé alemán), si no estuviera leyendo las novelas ejemplares y lo siguiente fuera David Copperfield y tras eso el Quijote (que ya me vale), igual hasta te criticaba. Ah! y por lo de los best-sellers... si la saga completa del Capitán Alatriste no adornara mis estanterias.

Yo sí que no tengo ni edad ni salud para tantas condicionales como acabo de escribir. Por cierto, me encanta esa frase, pero reconoce que es más una pose que otra cosa.

Anónimo dijo...

Bueno, FLaC... Yo me refería a esas ocasiones en que la gente que se confiesa lectora te mira y te pregunta por lo que lees, dejas de leer, las influencias tu escritura (en fin). Y te juzgan por eso o te miran con condescendencia... ¿No te ha pasado nunca?

Anónimo dijo...

¿Sabes lo que pasa? Que mis amigos y yo (con los que hablo de literatura y/o cine) formamos un club bastante pedantuelo, que lee a Paul Auster, a Herrmann Hesse, que lee clásicos y también literatura de género. Pero sobre todo lo que pasa es que nos puteamos tanto los unos a los otros: ya te vale esa mierda de peli que me recomendaste y tal, que cuando alguien me juzga, paso.

Bueno, a ver, un poco más en serio: claro que me ha pasado, sin ir más lejos: ¿Cómo es posible que con lo que lees [poco, la verdad]no hayas leído el código Da Vinci, si es la caña?
Entonces yo, en lugar de ofenderme o sentirme herido (piensa que no tengo ni idea) calculo con cuidado si soltar una bordería o pasar del tema.
Pero es que yo, como sabes, soy muy vehemente a la hora de expresar mis puntos de vista y además no me suelo cortar un pelo. Y además me sale la vena de profesor, si consigo atraer alguna oveja al redil, habrá valido la pena que me llamen pedante, que piensen que soy un snob, etc.

En fin, la exposición está un poco desordenada, pero el verano me seca las pocas neuronas que no he matao a base de alcohol.